PRÓLOGO I
Cuando empecé a
escribir lo hacía a mano o a máquina. La mayoría de aquellos escrititos los
perdí o extravié. A veces, buscando otras cosas, me encuentro con alguno de
ellos y me llenan de nostalgia y emoción. Cuando apareció Internet procuré ir
guardándolos en carpetas e imprimía un par de cada uno de ellos para
archivarlos en Cadalso y Madrid. Voy por
el tercer archivador azul A-Z. A cada uno de ellos le puse un título y pedí un
prólogo a algunos de mis amigos. Dichos prólogos son muy bonitos y me parece
que están muy bien escritos. Ahora bien, pido disculpas porque exageran en
exceso sus loas hacia servidor y pueden confundir a la gente de buena fe. Yo se
lo agradezco sinceramente porque son fieles amigos y no saben disimular su
afecto. Pido a quien se moleste en leerlos que sea comprensivo y disculpe sus exageraciones. Considero
oportuno mostrarlos porque al fin y al cabo ellos, los prologuistas, hicieron su
trabajo y sus prólogos escapan del olvido al que se verían abocados desconociendo
su existencia. No se recuerda lo que no existe y ellos merecen que se recuerde
su noble amistad hacia servidor, la cual reconozco de corazón.
Mi enorme gratitud a Pedro Alfonso Jerónimo por haber
dado hospitalidad a casi la totalidad de estos escrititos en su blog de “El Zorro Corredero”. Pedro no sólo los ofrece cobijo, sino que los
acomoda de forma esplendida y entrañable. Desde agosto de 2019 prácticamente
todos los jueves aparece uno de los escrititos en su blog, además de los publicados con anterioridad. No los he contado,
pero deben andar cerca de los 900-1000. Muchas gracias a él y a los pacientes
lectores que se molestan en leerlos o “verlos”.
Ellos son los auténticos protagonistas.
Adjunto el primer prólogo escrito por mi compañero y
maestro Rafael José Canellada Llavona. Corresponde al Primer Tomo que
titulé El Zumo de la Vida. El cual consta
de 174 escrititos repartidos en 236 páginas.
Han
transcurrido varios años desde que leí su primer escrito y aún me parece
percibir sus nervios acallados pero tensos en espera de mi parecer, sobre el
cual, bien es cierto, que no comprendí
demasiado su interés. –“Me gusta, Miguel, creo que transmite sensibilidad y
emotividad en cada coma”-, más o menos debí decirle. Ahora no sé si aquello le
pareció bastante elocuente, pero lo que me apeteció fue transmitirle una
opinión sincera pero escueta, sin adornos de cortesía. No sé, quizá no debí
escatimar palabras. Nunca se sabe si acierta uno cuando se limita a expresar
pura y sencillamente su parecer. Lo cierto es que yo sentía a la vez una
especie de emoción semejante a la de ver a un ser próximo lanzarse a una
aventura arriesgada, aunque esto no se lo confié quizás por ese pudor tonto,
quizás por no alimentar expectativas que, particularmente, creo no son buenas
en ninguna tarea creativa. Hoy, años después de aquello, es gratificante
comprobar que aquélla simple posibilidad ha cobrado entidad en forma de esta
recopilación de más de un centenar de artículos y escritos –unos publicados y
otros no- destilados, diría yo, de su día a día, de la cotidianidad de alguien
que vive embarcado en un viaje emocional sin fin; alguien que afronta cada
hora, día, mes y estación del año a corazón abierto a sabiendas del riesgo que
tan “imprudente” comportamiento
acarrea y como muestra de tal evidencia nos enseña sus cicatrices como si de un
viejo maestro de la lidia se tratase.
A riesgo de pecar de estructuralista –calificación ganada a pulso, sin lugar a dudas- me atrevo a clasificar en tres los motores que impulsan su fecunda labor: sus añoranzas, sus héroes y el amor. Tres son también sus añoranzas: su pueblo, los seres queridos que se fueron y su infancia. Y, como no, tres sus héroes: Rafael de Paula, Pedro Delgado y un tal Alonso Quijano; campeones cada uno de ellos en los campos que maternalmente apaciguan sus ansias y sus anhelos. En cuanto al amor, aún cuando creo que es algo demasiado íntimo como para pretender analizarlo alguien que no sea uno mismo –si es que, aún para uno mismo, ello es posible-, yo, a modo de pista, solo diré que creo reconocer que este ingrediente es para él como la savia, la sangre o el oxigeno lo es para la gran familia de los seres vivos. Sus amores: ¿tres..? tres mil fueran, como correspondería a un enamorado crónico e impenitente. No es mal camino el amor en el desarrollo espiritual de la persona, si bien arduo y tantas veces sembrado de la espinosa flor de la incomprensión, siempre y cuando se enjugue con el hechizo de la sublimación.
En fin, conocer a Miguel Moreno pese a su
endiablada complejidad, no es tarea tan difícil, basta para ello leer alguno de
sus escritos contenidos en este volumen, que resulta en su totalidad algo así
como un prolijo manual del usuario y que con un desmadrado ejercicio de
síntesis podríamos resumir con la leyenda: “Material sensible. Tratar con
cariño.” Creo que es un ejercicio muy recomendable para aquellos que noten sus
sentimientos un poco embotados por ese otro mundo circundante. A mí, aún conociendo
su valía desde el principio, me sigue impresionando.
RJC
Buenos días Pedro 👋🌞
ResponderEliminarAurora Ferrera Ruiz
Gracias a ti siempre, Miguel..
ResponderEliminarRafael
Gran prólogo. Digno de los escrititos y de quien los escribe.
ResponderEliminarA. Acuña
👍👍💛💛💛
ResponderEliminarLoren Alfonso Jeronimo
Pues tienes razón en cuanto a la calidad del texto de Canellada pero me impresiona más el conocimiento que refleja de tu persona. El perfil que esboza de tu personalidad es muy próximo al que yo dibujaría, sin tanta calidad literaria como la suya. Un abrazo.
ResponderEliminarPepe Vázquez
Bonito prólogo que resume mucho la base de tus escritos y para nada exagerado. ¡¡FELIZ JUEVES!! 🤠
ResponderEliminarLuis M. González