SEIS RECUERDOS CON CARLOS DE LA PEÑA STEGLICH
Seis
recuerdos bonitos guardo de Carlos. El primero se desarrolló en La Pedriza
donde fuimos, acompañados por nuestros hijos -aún niños-, los chicos de
Conservaduría; aquella Conservaduría del Ministerio de Exteriores que, me
parece, ya no conserva ni el nombre, aunque sí cobijará algún que otro afecto.
Fue una mañana encantadora de un sábado de octubre y disfrutamos sin saberlo
entonces. Ahora yo sé que fui feliz cuando a la vuelta oímos en su coche unas
acariciantes melodías de Enya que nos desnudaban despacio por dentro.
El segundo
también aconteció por la zona (algo tenía aquel lugar que siempre atraía a
Carlos, que tiraba de él como tira el amor). Esa vez fue en una tarde luminosa
de primavera y al salir del trabajo; como niños, pero esta vez sin ellos,
estuvimos jugando al futbol en un hermoso prado hasta que nos cansamos de jugar,
merendar, contemplar la Naturaleza y reír. ¡Reír! ¿He dicho algo?
El tercero
fue una felicitación navideña. Me llamó a casa de mi madre en el barrio de Las Sillas de Cadalso y coincidió que
estaba yo allí hablando con ella de mi padre. Su voz se escuchó sincera,
íntima, acariciante… Me deseó eso que antes se deseaba con mucho sentimiento y
que me enmudeció: “¡Feliz Navidad!”
El cuarto
nació cuando me mandó en otra Navidad una foto que había sacado, ¿sabéis dónde?,
efectivamente, ¡Bingo!, la creó en
El sexto es compartido con otro compañero de
ambos, Rafael Canellada Llavona, entre los dos editaron un librito artesanal
con ilustraciones -que ellos compusieron- precioso con las frases que servidor
había seleccionado de una de mis lecturas de “El
Quijote”. Lo presentamos en una cafetería enfrente del Circulo de Bellas
Artes madrileño en compañía de resto de compañeros. Fue una tarde muy especial
para todos nosotros que aún resiste entre nuestros recuerdos románticos.
Siempre que paso, veo, escucho e incluso huelo estos recuerdos, indefectiblemente le evoco a él. Tengo más, muchos más, también los hay tristes, pero esos se los iré contando poco a poco por guasap y al anochecer.
Buenos días zorro corredero
ResponderEliminarAurora Ferrera Ruiz
Exquisito relato cargado de amistad y aprecio por el buen amigo.
ResponderEliminarAntonio C.
Buenos recuerdos de personas con las que compartiste años de trabajo y momentos de esparcimiento.
ResponderEliminarUn abrazo, Miguel.
Luis C. Trijueque
Recuerdos inolvidables de personas que dejan huella. Como tú, Miguel.
ResponderEliminarQué más queda de una vida que los buenos recuerdos..
ResponderEliminarEfectivamente, durante nuestra relación laboral nos cruzamos con muchas personas, algunas pasan de manera desapercibida, otras creando negatividad y otras donde se forja una gran amistad y con los que vivimos momentos de nuestra vida, tanto dentro, como fuera del trabajo y que aunque el tiempo pase o la jubilación te haga no tener ese contacto inicial siempre tendrán un hueco en nuestra mente y corazón por los grandes momentos vividos, porque se fraguó una verdadera y honesta amistad 😉
ResponderEliminarLuis M. González
👏👏👏👏👏... los recuerdos a veces son muy importantes y unas veces dulces y otras casi odiosas, pero ésta bonita historia tuya es dulce y cariñosa...me alegro amigo. Feliz día.
ResponderEliminarJosé A. Álvarez G. de Guzmán
Agradecido por vuestros cariñosos y bonitos comentarios.
ResponderEliminarSolo tú eres capaz de plasmar así el culto a la amistad, sin alharaca ni grandilocuencia. Al menos para mí digno de admiración.
ResponderEliminarPepe Vázquez
Buenas tardes Miguel.
ResponderEliminarNo sabes cuánto me alegro que sigas recordando los buenos tiempos.
Mi hija se ha puesto a llorar de la emoción.
¿Qué tal está Paloma y el futuro torero?
Muchísimas gracias
Pilar, Alicia, Carlos
Feliz tarde.
ResponderEliminarYolanda Garcia Martinez