BARCELONA
(Para Isabel, con quien coincidí en aquellos años inolvidables en
Barcelona sin saberlo; también para su hija Mina y mi sobrino Justo que felices
alimentan y riman su amor entre Cadalso y Barcelona)
San Clemente de Sasebas (Gerona) nov.1976
Hice el
campamento del Servicio Militar en San Clemente de Sasebas (Gerona), situado a
veinte kilómetros de la frontera con Francia. Después me destinaron a un
cuartel de caballería en Barcelona, concretamente en el barrio de Hospitalet de
Llobregat (cerca del metro de Santa Eulalia), justo en la carretera con
dirección a Cornellá. Enfrente había un almacén de algo relacionado con el
petróleo donde trabajaba el hermano de Don Manolo, maestro y paisano cadalseño,
que muy amablemente pasó un día que estaba yo de guardia a saludarme y
ofrecerme cualquier cosa que necesitara. Desde entonces Barcelona se convirtió
en mi ciudad favorita. Uno siempre está por volver a los sitios donde se sintió
feliz y bien tratado, pero iban pasando los años y no encontraba ocasión de
retornar.
Cuartel de la Remonta. Caballería.
Por
fin, el pasado agosto decidí que no transcurriría más tiempo sin volver para
rendir tributo a esa época tan bonita pasada en esa ciudad maravillosa. Una
mañana cogimos Paloma y servidor el AVE en Atocha y en tres horas estábamos en
la estación de Sants. Allí mismo habíamos reservado un hotel. En Recepción
recibimos un sms de una amiga cadalseña: “¡Feliz
estancia! Te guardo también el gallito de este año…”. ¡Qué arte tiene esta
mujer! Dejamos el equipaje y salimos raudos al reencuentro de la ciudad.
Plaza España
Anduvimos
unos pocos metros y apareció ante nosotros la Plaza de España con su plaza de toros de Las
Arenas cruelmente convertida en un esperpéntico centro comercial (ya sabéis que
estos centros se distinguen por ser mucho más cultos que los recintos toreros).
Lo pasé mal cuando la visitamos y vimos que sólo habían respetado la fachada. Allí asistí
al último festejo taurino que se celebró sobre su arena. Le trasladaron desde La Monumental porque ese
domingo estaba ocupada por un mitin político de Felipe González. Parecida
desilusión recibí al visitar en domingo la solitaria y abandonada Monumental.
Los dictadores separatistas hacen todo lo posible por trocar la cosmopolita
expresión de esta urbe en algo insolidario y retrógrado. No lo conseguirán.
Barcelona, Cataluña en general, es muchísimo más que sus bastardas y hueras pretensiones.
Y lo comprobarán en el futuro en su demagogo y ruin ego. Todo mi desprecio
hacia esas posturas reduccionistas e interesadas. No me gusta ese tipo de gente
extremista, inculta (inventan historias apócrifas) y taimada. Sobran, junto a
quienes les dan alas, en mi pequeño mundo de afectos.
Plaza de Las Arenas
Plaza de Toros Monumental
Bajamos
por el Paralelo hacia Atarazanas, Colón y el Puerto y nos encaminamos Ramblas
arriba hasta la Plaza de Cataluña. ¡Esta si es mi Barcelona! Nadie me la podrá
arrancar de mis amores más íntimos y sinceros. Hace cien años efectuaba
parecida ruta. Salía del cuartel y tomaba un autobús hasta el metro de Santa
Eulalia. Allí cogía la línea 1, roja, hasta Plaza de Cataluña donde me bajaba y
me complacía en recorrer toda aquella zona, con especial dedicación a Las
Ramblas, Barrio Gótico, Plaza Real… Entraba en alguna de sus típicas tabernas y
me tomaba un bocadillo con “pan amb
tomat” y todo me atrapaba con una sencilla aura placentera. Desde el primer
instante quise imbuirme en sus costumbres y su cultura y he de decir que jamás
tropecé con ningún indeseable converso e intransigente (creo que no abundaban tanto
como en época reciente).
Plaza de Cataluña
Barcelona desde Montjuich
Torné
a subir con mi mujer a Montjuich (aquí presencié una etapa de la Vuelta a España 1977) y hoy
nos impresionan el Estadio y las Piscinas Olímpicas. Otra mañana nos
encaramamos al Tibidabo (la primera vez que estuve ascendí en funicular y me
encontré con el Teniente del CIR, al que saludé marcialmente), allí admiramos
el perfecto diseño, la proporcionada simetría de esta deslumbrante metrópoli. Una
calurosa tarde marchamos al encuentro de mi antiguo Cuartel. Leí por Internet que
había desaparecido engullido por pisos (no ponía nada de si eran producto de la
“burbuja inmobiliaria”…), me apetecía
sobremanera visitar la zona en la que viví un año y medio inolvidable. Gracias
a la amabilidad de las personas a las que preguntamos (seguí sin encontrarme
gente desatenta o mal educada) llegamos, con ligerísimos contratiempos, al
lugar. No lo encontré muy cambiado. Divisamos unas obras y rápido comprobé que
estaban dentro de “mi cuartel”. La
preciosa puerta de hierro forjado aparecía casi intacta. Miré el lugar donde
estaba el timbre que
pulsábamos para formar la guardia y recibir al Teniente-Coronel Espejo y…
¡milagro!, allí estaba. Me emocioné. Se me humedeció la mirada que clavé durante
unos instantes en aquel espacio. Quedé paralizado, ido, transpuesto, dominado
por sensaciones nuevas provocadas por recuerdos viejos. Es todo tan fugaz en
esta vida, tan inaprensible, tan efímero… que cuando me reencuentro con la
belleza de lo vivido me parece que nunca pasará. Los bancos de madera donde me
sentaba a leer el vespertino Tele/Express
no estaban; sí, en cambio, seguía la nave de los dormitorios, las caballerizas,
las oficinas, la cantina… En la cantina, el Capitán Barrón me dijo, una tranquila
tarde septembrina de güisqui White Horse
y confidencias, que haría “la vista
gorda” si me iba a las Fiestas de Cadalso incumpliendo el arresto de una
semana que me había impuesto el Capitán Duque por haberse encontrado a un
soldado dormido en su garita una noche que yo era “Suboficial de Guardia”.
Barcelona desde El Tibidabo
Castillo de Montjuich
Hice fotos a
mi pasado querido acompañado en mi presente por Paloma que -siempre amorosa y
comprensiva- sabía el momento tan especial que estaba disfrutando. Al partir
oímos el toque de oración del “turuta” Gisbert
abriéndose paso entre los viejos árboles del paseo principal del cuartel. La
guardia está en perfecta formación a las órdenes del Suboficial de Guardia. De la Comandancia cercana
sale el brigada Ortega que saluda respetuosamente a la bandera.
Cuartel de la Remonta.
En
aquel entonces conocí a Rafael Molina Luengo por mediación de “Cuqui” y Fernando González García.
Hombre de bien, persona extraordinaria, trabajaba en una agencia de viajes
(Pullmantur, Gran Vía, 658). Él, las tardes de domingo, me “metía” sonriente (siempre sonreía con su
lacio pelo largo) en el autobús turístico y nos íbamos a los toros a la Monumental; en aquella época
era la plaza española -y mundial- que más toros daba cada temporada (y ahora nos vienen con éstas…). A la
salida seguíamos ruta a la Sala
de Fiestas Scala que entonces estaba de moda en la calle Consejo de
Ciento (curiosamente una atardecida de este viaje pasamos por esta calle y
compramos unos dulces). Rememoro que Rafael conoció conmigo a la que luego
sería su mujer, Pepi, y siete años después su “ex”. La conocimos una tarde que quedamos con ella y su amiga -también
se llamaba Pepi- para tomar algo por las tascas del Puerto (Barceloneta). Una
noche cenamos los cuatro en un chiringuito de madera de Castelldefels, era un
lugar precioso y apacible frente al mar, desde donde se vislumbraban las luces
de los barquitos de los pescadores. Rafa y las dos Pepis jugaban risueños a los dardos, yo miraba a través de una
ventana el mar (como cuenta la canción de Jorge Sepúlveda) mientras, en esta
ocasión, se escuchaba “Lucia”, de
Serrat.
Las Ramblas
El
27 de octubre de 1977 fui a recibir a Tarradellas, Presidente de la Generalitat en el
exilio francés, a la Plaza
de España y desde allí, entre miles de barceloneses, le acompañamos hasta la
plaza de San Jaime (¡Ja sóc aquí!). Quedé fascinado por aquel recibimiento y por la
forma apasionada que tenían los catalanes de amar y de defender sus costumbres
que nunca observé que fueran separadoras, sino más bien integradoras en sus
diferencias. Para explicármelo pensé que eso era parecido a defender la cultura
propia (o posible lengua) de mi pueblo. ¿No iba yo a defenderla, reivindicarla
y sentirme orgulloso de ello? Aquello me hizo comprender la cuestión y situar
en su justo término todo aquello. Es una pena que los castellanos nunca hayamos
tenido ni ganas, ni fuerzas, ni amor propio para defender lo nuestro como ellos
lo hacen. Y tenemos muchísimos motivos, porque, al cabo, en gran medida fuimos
nosotros los que luchamos por una España unida y diversa. Pero bueno, dejemos
esto porque una vez más puedo errar.
Hotel Expo
Habitación con el cuadro del torero
Paradojas
de la vida, en el hotel Expo presidía nuestra habitación el cuadro de un
torero, seguramente que los separatistas (nazionalistas)
no recabaron en tal detalle o nunca se habrá hospedado alguno de ellos en este
hotel para remediar tamaña ofensa. Una tarde fuimos a las fiestas del barrio de
Sants. Como en casi todos los lugares de España animaba el lugar una orquesta
latina interpretando piezas de toda la vida. Entramos en una
cervecería artesanal, Homo Sibaris, Plaza de Osca 4, y el responsable de la
misma, maestro cervecero, nos ilustró sobre la cerveza durante un rato
agradable en el que disfrutamos libando y escuchando sus enseñanzas. También
estuvimos en las fiestas del castizo barrio de Gracia. Graciosamente adornan
cada calle y de entre ellas eligen la más bonita. Este año ganó la calle Verdi que la habían disfrazado como
si de un poblado del Oeste
Americano se tratara. Tomamos cervezas en las barras de “quita-y-pon”
que colocan en las calles y allí compramos unas camisetas recuerdo de las
Fiestas. El joven camarero, de ascendencia andaluza, ensayaba el manido
discurso que suele transmitirles el poder establecido desde su más tierna e
ingenua infancia. Le dije algo quijotesco parecido a eso de: “Llaneza
muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala” y cesó en sus
peroratas victimistas.
Y es que hay cosas que me desconciertan en este país. La mayor es la de querer
separar cientos de años de historia en común en beneficio de unos pocos
inventando una delirante y disparatada historia que suele tener fácil acomodo
en esta sociedad poco docta en Historia de España y en otras. Es mi parecer…
Ronda de Universidad
En
sólo cuatro días viví el mayor porcentaje de emociones de mi vida. Fui
consciente de ello al sentarnos en un banco de la Plaza de Cataluña, bajo un
frondoso árbol que nos aliviaba del sol. Cerca, en la Ronda de Universidad, vi un
atardecer de febrero de 1977 la película “Retrato
de Familia”, que me impactó entonces gratamente, la dirigía Antonio
Giménez-Rico y contaba entre sus protagonistas con Miguel
Bosé. Optamos por seguir “pateando”
las calles. En la
Avenida Puerta del Ángel compramos un par de libros: uno de historia
(para mi) y otro de ficción histórica y romántica (para Paloma). En una
frutería de la calle Ferrán,
barrio gótico, el noi nos lavó unas
piezas de fruta a ruego de la encargada que se lo pidió mezclando, con total
naturalidad, el catalán y el castellano. Me encantan estas situaciones porque
me hacen familiarizarme con el idioma, así se lo hago ver a mi mujer que
asiente convencida.
Plaza Real
Tomamos
el metro en Liceo (anuncian Wagner para septiembre) y nos apeamos en la
estación de Tarragona, a pocos metros del hotel. Subimos a la terraza del mismo
y entre unas vistas espectaculares de la ciudad nos refrescamos en su piscina.
Nos duchamos y volvimos a la cafetería de la terraza. Allí comimos,
merendamos y cenamos, todo a la vez, mientras la brisa mediterránea nos
reconfortaba entre un horizonte de neones y recuerdos. Abajo, vemos pasar
ciclistas por los carriles que están perfectamente delimitados en casi todas
las calles. Es de noche y relucen los pilotos de las bicis como si fuera
Navidad. Nos apoyamos en la barandilla y observando aquel paisaje juego a
recorrer mentalmente mis paseos de hace cien años. Aparezco solitario caminando
vestido de militar e ilusiones.
Paloma me
recuerda que una vez quedé con ella en Sol nada más aterrizar procedente de
Barcelona, dice que aparecí con un abrigo marrón claro muy bonito (me lo regaló
mi tía Vale) pero ajustadísimo, engordé mucho en la mili. Tiempo después,
ya licenciado, le comenté en una discoteca de la Gran Vía madrileña que
nuestro primer hijo se llamaría M.M.M. y la segunda -añadió ella-, B.M.M. Se
cumplieron al pie de la letra ambos vaticinios. Torna a preguntarme cosas de
aquella etapa mientras acaricia mi mano sobre la barandilla. La vida
es absurda, medito, llegará un día en que todas mis cosas desaparecerán y
siento pena por ellas. Mi mujer ¡siempre! y el brigada Ortega en la mili, también
han sido buenos conmigo. Mañana nos vamos a Cadalso y nadie sabe de las
emociones que pululan ahora por mi cabeza. Distingo a lo lejos la silenciosa
playa de Barcino por la que, una jornada ya muy lejana, galopó con enamorado desamparo
Don Quijote.
Estadio Olímpico
Miguel MORENO GONZÁLEZ
Muchísimas gracias Miguel, muy de acuerdo en que eran tiempos de fraternidad que parece que ahora no interesan. Un abrazo 💜.
ResponderEliminarIsabel, desde Barcelona
Dicen que es una ciudad muy bonita, todavía no la conozco, pero es algo que tengo pendiente. Feliz Día 😉
ResponderEliminarLuis M. Castrejon
Buen relato Miguel. Siempre consigues traerme recuerdos de una época que ya parecía enterrada.
ResponderEliminarGracias.
Un abrazo. Jero
Migue que bonito lo que cuentas todo lleno de amor y cariño.
ResponderEliminarEs una pena que halla personas que quieran separarnos y crear el odio entre las personas del mismo pais
Precioso y muyyyy bonitos recuerdos...eres la leche jeje...haces que se me salten las lágrimas amigo. Enhorabuena por tan apreciados y lindos recuerdos de tu...Mili.!!! Y de Barcelona, que por cierto yo también la conozco, aunque no tan bien como tú... catalán que eres un catalán.. jajaja
ResponderEliminarJosé Antonio G. de Guzmán
Ahora vivo casi al lado de donde hicistes la mili.
ResponderEliminarRafael Molina
He estado una vez en Barcelona. Turismo con mi mujer.
ResponderEliminarMe pareció una ciudad muy bonita con variedad de zonas, para todos los gustos. El parque Güell espectacular, la sagrada familia única, el mercado de la Boqueria imprescindible, el barrio gótico da ese aire histórico y de leyenda a la ciudad con su imponente catedral del Mar, la monumental de Barcelona bonita por fuera y por dentro amplia y abandonada, la moderna zona olímpica de Montjuic, plaza real, plaza de Colón, la playa de la Barceloneta, las Ramblas, la Pedrera,...... Hay tantas cosas que ver.
Respecto a la gente, no tuvimos problema aunque es cierto que según en que bares o tiendas entrabamos te hablaban en catalán directamente o se amoldaban al cliente y hablaban en español. El trasporte publico rápido y limpio. Gastronomía rica y variada.
Volveré y animo a todos los que no habéis visitado la segunda ciudad de España que acudáis a verla. Os gustará.
Jorge García Escudero.
La torre principal de la sagrada Familia está hecha con granito blanco de Cadalso.
ResponderEliminarA. Acuña
Buenos días Pedro Bonitas fotos Recordar es vivir 😍😍
ResponderEliminarAurora Ferrera Ruiz
Sólo puedo decir que me parece un bellísimo relato de emociones y experiencias. Me ha encantado. Un abrazo.
ResponderEliminarPepe Vázquez
Yo también hice el camp en Gerona
ResponderEliminarPablo Montes
Barcelona es muy bonita, la conozco muy bien
ResponderEliminarChelo Villarin Recio
Barcelona es preciosa y tu la haces más bonita aún Miguel
ResponderEliminarMaria Antonia Hernández
Buenas noches y un felíz descanso
ResponderEliminarMaria Cristina Fuentes Rojas
Excelente escrito. Gracias Miguel.
ResponderEliminarCarmen.
Gracias a todos por vuestros cariñosos comentarios. ¡Cómo pasamos por la vida! Al menos nos quedan los recuerdos para seguir viviendo las etapas inolvidables de nuestra existencia. Agradecido a Pedro por su maestría al ilustrar el escritito...
ResponderEliminarMuchas de aquellas personas que estaban lejos de posiciones radicales ahora, por desgracia, se han apuntado al absurdo nacionalista. Menos mal que siempre queda gente que no cae en fanatismos irracionales.
ResponderEliminarUn abrazo, Maestro. Luis C. Trijueque
Uuffff cuando los mozos hacian la mili que recuerdos
ResponderEliminarCarmen Frontelo Morales