(A mis padres)
Recuerdo los bailes de las Carnestolendas cadalseñas de mi infancia. En especial -no sé por qué- los que se celebraban en aquella nave enorme de Casa Carabias. A la derecha, según entrabas, estaba situada la plataforma de madera donde se encaramaba la orquesta y sobre ella, sobre la tarima, digo, entre empujones y codazos, tomábamos asiento los niños para oír música, ver bailar, hacer pícaros comentarios y ser observados fácilmente por nuestros padres entre tangos y demás parafernalia danzante y enamorada. Aquellos seres, que engendraron con ansia fiera en la manera de querer y casi sin saberlo, lo que hoy es el pueblo, bailaban entre bandas de colores cruzando algunos torsos, esperpénticos y originales disfraces, redondos y diminutos papelillos y largas y ásperas serpentinas.
¡Cómo bailaban mis paisanos!
Era el patrimonio más entrañable que poseían: música y baile. Era su grandeza
más preciada, aquella que les compensaba y acompasaba en sus cotidianas
derrotas. Era el aplastante triunfo de amores y alegrías sobre el dinero y la
belleza física que siempre pertenecían a los otros, nunca a ellos. Era la
secreta ilusión que creían ganarían, corregida y aumentada, años después. Ya
sabéis, eran esperanzas humildes, conjuros extraños de amores hechos cadencia
que al final pasaban a ser, mayormente por mor del destino, pobres triunfos
pasajeros.
Y allí seguían, ajenos a ese
mundo que quiebra la vida y que nada le importa, que sólo "yira…
yira". Y, en ese lugar, bajo aquel techo poblado de banderitas de papel,
sobre un suelo lleno de polvo, sentían como a sus pechos les pedía rienda suelta
el corazón. Y bailaban…, bailaban desgarrados tangos, decenas de parejas bailaban
a ritmo de tangos soñados, elevándose hacia momentos hermosos que,
indefectiblemente, siempre acababan encontrando un pecho fraterno para vivir
"abrazaos". Los bailaban apasionadamente,
-que yo lo recuerdo-, que el baile es antes que nada, y sobre todo entonces,
pasión. Pasión dispersa que flotaba en suspensión por aquel santuario de sueños
y que los niños -desde la tarima- podíamos atrapar dulcemente con solo alargar
los brazos y abrir las manos.
Éstas evocaciones son
recuerdos míos de amores de los demás que, cuando, como ahora, mi memoria
revive, me asombra el comprobar que puede uno querer viendo cómo se quieren los
demás. Será que, como en el tango, siempre se vuelve a aquellos primeros amores
sintiendo que es un soplo la vida, que cincuenta años no es nada. Como en el
tango, yo también tengo en Cadalso un gato de porcelana para que no maúlle al
amor. Como en el tango, cuando uno sea descolado mueble viejo y no tenga
esperanzas en el pobre corazón, agradecerá poder recurrir a un amigo. Como en
el tango, evoco aquella pobre vida paria donde triunfaban milongueras y
quiméricas pretensiones. Como en el tango, el canto de los vientos de mi tierra
unas veces me alegraron la vida y otras me hicieron llorar. Como en el tango,
la vida es una herida sutil de sable sin remache. Como en el tango, debemos
beber sin que nadie nos dañe el trago. Como en el tango, tenemos dentro un
cóctel de horas de dolor y amor. Como en el tango querido. Como en el tango…
Miguel MORENO GONZALEZ
Mi padre y sus amigos
ResponderEliminarCarmen Blanco
Carmen Blanco justo cuando la he visto he dicho: “ pero si ese es mi tío Fausto”. Qué buen humor tenía. Un beso prima😘
ResponderEliminarMaria Jesús Carrasco
Muyyyy bonito Miguel... como siempre... eres un artista.... En una de las fotos está Rosi con Las Cabalitos en Casa Carabias... Al no estar yo... es que fue cuando era rifador o cuando fui Capitán de las A.B. no recuerdo bien.
ResponderEliminarY las fotos de tus padres... bueno todo... todo lo que has puesto hoy, es recordar... Y recordar es vivir.
José A. Álvarez G. de Guzmán
Bella remembranza de los Carnavales, fiesta pagana y válvula de escape de las constricciones de la sociedad.
ResponderEliminarUn abrazo, Miguel.
Luis C. Trijueque
Maria Jesús Carrasco un beso a ti tambien
ResponderEliminarCarmen Blanco
Carnavales eternos. Pero como todo cada vez nos producen más nostalgias. Tenemos mucho pasado y cada vez menos futuro. C'est la vie
ResponderEliminarA. Acuña
Recordar es vivir y siempre es bonito saber cómo se ha forjado nuestra historia y nuestras tradiciones, ojalá siempre mantengamos vivas estás cosas que son señas de identidad de nuestro pueblo y sus gentes.
ResponderEliminarLuis M. González
Cada día mayor maestría en trasladar a palabras tan íntimos sentimientos. Sigo diciendo ¡Que envidia...! Un abrazo.
ResponderEliminarPepe Vázquez
👏👏💯
ResponderEliminarMarian Roman Garcia