Carta de despedida de Elena
(Una de las
cosas más bonitas que hemos perdido en este siglo XXI ha sido recibir y
escribir cartas. Después de dudarlo muchísimo, me decido a mostrar una de las
más hermosas, conmovedoras y mejor escritas que he recibido en mi vida. Es una misiva
de despedida de la última jefa que tuve en el Ministerio de Exteriores. Cuatro
meses antes de jubilarme ella se marchó destinada al extranjero. Qué
afortunados seríamos si hoy los REYES MAGOS nos trajeran aquella admirable
costumbre de escribirnos cartas, aquellas cartas que nos sobresaltaban y nos
hacían soñar. Y es que la emoción, como la belleza, nunca pasa desapercibida…)
Mi muy
querido Miguel:
Caballero
de rostro enjuto, de mirada melancólica y serena, de un lugar cuyo nombre ha
sabido plantar en los corazones de sus compañeros… Despedirse es morir un poco,
o eso le he oído decir a un sabio amigo mío. Pero, Miguel, hay cosas,
recuerdos, que solo se comparten en esos momentos, y no quiero dejar de
contarte una cosa que he tenido guardada para decirte cuando llegara la
ocasión.
Recuerdo con precisión aquel final de verano de 2018 cuando me incorporé a Oficialía Mayor. Una gran responsabilidad, un extenso equipo de personas con gran experiencia, con conocimiento adquirido durante años. Siempre he pensado que lo primero es conocer a las personas con las que trabajas, y compartes, finalmente, casi la mayoría de tu tiempo. Apreciar y conocer el trabajo de los demás es lo que hace posible que las cosas salgan adelante, a pesar de las dificultades. En ese empeño mío, os fui conociendo poco a poco y entrevistando uno a uno en mi despacho. Un día, te llamé a ti. Nos sentamos alrededor de esa mesa redonda que está, sigue estando, en el despacho 106, primera planta del Edificio Moderno.
Ahí llegaste tú, rostro enjuto, mirada melancólica y serena, elegante. No con estas palabras, pero sí con esta intención, me dijiste: “Elena, llevo muchos años en Oficialía, me queda poco tiempo, que me quede hasta el final, depende de ti”. Miguel, yo recogí el guante, sí, el guante, porque me estabas retando, poniendo a prueba. Tú podías irte en cualquier momento, yo tenía que demostrarte que valía la pena quedarse. En ese momento, aunque ya había conocido y hablado con muchas personas de Oficialía Mayor, en ese momento te di mi palabra. Y te respondí, quizás no con estas palabras, pero sí con esta intención y con una sonrisa: “Miguel, te quedarás conmigo”
Después, las semanas de trabajo, la vorágine diaria, el conocimiento paulatino, las experiencias, las dificultades. Y, antes de Navidad, una llamada. Una voz, muy conocida, al otro lado del teléfono, me ofrecía un cargo. Un puesto de esos de relumbrón, reconocido, con “proyección”, una oferta que no se puede rechazar. Pero, según escuchaba esa voz, según me imaginaba ese puesto, esa responsabilidad, me viniste a la mente, Miguel. Sí, esa palabra mía que te había dado. Y, ya lo sabía, me quedaría, yo ya tenía una razón por la que quedarme en Oficialía Mayor.
Después, el tiempo. Y siempre unas líneas de aliento, unos consejos, unas palabras intercambiadas en el rellano, en el despacho, unos escritos, una pasión taurina y española… Esta pandemia nos deshumaniza, porque nos separa, nos impide compartir momentos, miradas, conversaciones, sonrisas. Pero, no nos puede quitar la palabra y, siempre, nuestro Quijote.
Ahora a mí también me toca comenzar una nueva etapa fuera de Oficialía, fuera de Madrid. Ya sabes, como diría nuestra Biblia española, nuestro “Quijote”: “el andar tierras y comunicar con diversas gentes hace a los hombres discretos”.
Cuídate mucho, Miguel. Disfruta de tus sobrinos, de tu nieto, transmíteles todo aquello que te define, que te caracteriza. Gracias por todo lo que me has aportado a mí.
Un fuerte
abrazo, Elena.
P.S.
Mi correo no va a cambiar, aquí lo tienes, como siempre.
¡Qué despedida!, muy bonito. Felices Reyes Miguel junto a tu nieto.
ResponderEliminarAntonio A.
No sé,Miguelón,quien pueda ser esa Elena pero esa carta,sustancial e intensa,la retrata y,a modo espectacular,te retrata a tí. Mientras queden sobre la faz de la tierra personas como vosotros,aunque solo sea un pequeño puñado, no está todo perdido. Gran abrazo, a la espera de que le pongas apellido a Elena.
ResponderEliminarDiego S. Bustamante
Creo que le pusiste en su mente lo que tú corazón entregó durante muchos años a tu trabajo en ese lugar.
ResponderEliminarJosé A. Álvarez G. de Guzmán
Siempre es un buen regalo el reconocimiento a nuestro trabajo y lo que hacemos día a día, muy bonitas palabras y merecidas.
ResponderEliminarLuis M. González
Hermosa carta, expresión de no menos hermosos sentimientos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Luis C. Trijueque