NOCHEVIEJA Y AÑO NUEVO: EL MITO DE GALATEA Y PIGMALIÓN EN
CADAFALSUM
Pigmalión vivía hace siglos en Cadafalsum consagrado al bien de su pueblo, dedicando su tiempo
libre a esculpir bellísimas obras de arte. Ninguno de los placeres materiales ni
mundanos le atraía. Ni siquiera se había preocupado por tomar esposa para
asegurar su descendencia. Todos sabían que trabajaba en su taller del Hornabajo hasta altas horas de la noche
y que una tras otra salían de su martillo y de su cincel estatuas y más
estatuas, de las cuales quienes las contemplaban afirmaban que sólo les faltaba
la vida.
Cierto día Pigmalión se empeñó en crear una talla femenina de una perfección y
belleza rutilante tal como nunca había salido de sus manos. Mientras trabajaba
se fue entusiasmando más y más, como si deseara insuflar en ella su propio aliento
y corazón. Lentamente las formas más exquisitas y sublimes de una doncella
fueron haciendo su aparición. Los labios se entreabrían levemente, esbozando la
más seductora y embriagadora de las sonrisas, los ojos centelleaban de emoción,
los cabellos ondulaban seductores y los dedos, delicadamente torneados, eran
aptos para la mejor de las caricias… Cuando terminó su obra maestra, Pigmalión quedó tan cautivado que la
vistió con las mejores galas, la cubrió de las más hermosas flores y la adornó
con las joyas más preciadas. Y terminó por darle un nombre: Galatea.
No satisfecho todavía, fue dando nuevos y
primorosos toques a su estatua que aumentaron más y más su hermosura.
Finalmente Pigmalión quedó perplejo y
se dio cuenta asombrado de que se había enamorado perdidamente de su obra.
Aquel verano y con ocasión de las fiestas septembrinas que dedican en
Cadafalsum a Cristozeus, los lugareños oyeron atónitos una extraña súplica de
su querido, generoso, honrado, y juicioso paisano: -“¡Oh bondadoso Cristozeus que otorgas vida y amor a todos los que
confían en ti, concédeme la gracia sublime de derramar tus dones sobre Galatea
para que pueda adorarla como un ser humano más!”
Colmado de fe, esperó que su ruego fuera atendido deseoso de asistir cuanto antes al prodigio. Así aconteció pasados unos meses. La tarde del último día del año, un delicado rubor tiñó las mejillas de Galatea, sus ojos deslumbrantes abrigaron un conmovedor parpadeo y su túnica inició un casi imperceptible y suave aleteo. Lentamente, la estatua comenzó a respirar. La doncella se volvió serena hacia su creador con la más dulce de las sonrisas y le tendió cariñosamente la mano para que la ayudara a bajar del pedestal. Pigmalión la acogió con inmensa ternura y le preguntó si deseaba ser la Diosa de Cadafalsum esa Nochevieja, a lo que Galatea respondió: -“Con ser tu esposa me conformo”. El día venidero coincidió con un Año Nuevo luminoso y fue la ocasión para que los enamorados marcharan abrazados a cumplimentar su amor.
La boda entre ambos fue fastuosa y como invitado de honor asistió Cristozeus, que adoptó forma de mortal para participar en la ceremonia y banquete posterior. Los invitados no acertaron a discernir cuáles de los encantos allí presentes eran superiores, si el de los novios o el de Cristozeus henchido, como ellos, de dicha. Lo cierto es que aquel comienzo de año los cadafalsumes recibieron gran felicidad con el matrimonio de sus idolatrados vecinos. A día de hoy viven felices y dichosos rodeados de la gente que les quieren. Su unión fue agraciada con la descendencia de varios hijos buenos, discretos, educados y nobles que admiran a sus padres y sonríen con timidez.
El mito de Pigmalión y Galatea representa
la perfecta simbiosis y grata convivencia en Cadafalsum. Es la unión de su alma y de su cuerpo propiciada por Cristozeus, al que ellos veneran. Y es
que cuando el alma guía al cuerpo, provoca pasiones asombrosas y extrae del ser
humano lo mejor para compartirlo con los demás. Sucede como con el diamante,
inicialmente se encuentra tosco y sin brillo, pero después el amor del artista
lo pule de tal forma que en él se refleja la incomparable luz septembrina del
cielo de Cadafalsum. Ese azul
celeste colma de prosperidad y protege a este mágico lugar al iniciarse el
Nuevo Año.
Adaptado por: Miguel MORENO GONZÁLEZ
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso
Me ha encantado....la pena es que... Pigmalion y Galatea se fueron a vivir a Francia y concretamente al Museo del Louvre.... jeje. Sois unos artistas....y Miguel... pufffff..es la leche.... Enhorabuena.
ResponderEliminarJosé Antonio Álvarez Gallego de Guzmán
Qué bonito❤️
ResponderEliminarMilagros Álvarez Vázquez
Interesante y bonita adaptación de la mitología a la cotidianeidad de Cadalso y sus gentes. Ojalá que en 2022 sigáis disfrutando de tan bellos sentimientos.
ResponderEliminarUn abrazo, Maestro.
Luis C. Trijueque
Me ha dejado estupefacto,Miguelón tu mito Cadalseño de Galatea y Pigmalión. Te superas de continuo... Premio gordo!!!!!
ResponderEliminarDiego S. Bustamante
Bonita historia y adaptación a nuestros sentimientos Cadalseños, ojalá que ese amor siempre esté presente en nuestra vida, al igual que el artista hacía su escultura para que dejándonos pulir "por los consejos de otros" lleguemos a tomar mejor vida, amándonos y protegiéndonos en nuestro Cristo y las gentes de nuestro querido pueblo. Una vez más ¡¡GRACIAS Y ENHORABUENA!! por tus relatos y escritos.
ResponderEliminarLuis M. González
Me ha parecido magnífico. Enhorabuena otra vez.
ResponderEliminarPepe Vázquez
Muchas gracias a Pedro por la hermosa composición fotográfica del escritito e igualmente agradecido a los bonitos comentarios con los que llenais de cariño esta entrada. Espero que el Porvenir nos obsequie con la felicidad de un buen año.
ResponderEliminarHe disfrutado tu cuento mitológico.. De todas, la vieja griega es mi religión favorita..
ResponderEliminarRafael C.