ALCIBÍADES, SÓCRATES Y SUS COSAS
Musa cadalseña Diotima
Pasé la mañana “repintando”
la musa que tengo en el jardín. Sobre todo me costó adecentar su cabellera, que
la tiene ensortijada y recogida en un moño a semejanza de mis abuelas. Según
pintaba visitó mi mente el recuerdo del pasaje de un libro sobre las musas, los
sabios griegos y sus circunstancias etílicas, así como la gran influencia que ejercieron
las mujeres inteligentes en aquella Grecia Clásica: Helena, Fedra, Antígona,
Penélope, Electra y, fundamentalmente, Diotima.
Me resultan interesantísimas estas leyendas de musas, sabios,
Dioses, mitos… de la historia mitológica griega y romana. Mi ex compañero
Rafael Canellada me reafirmó en mi curiosidad porque era (es) un apasionado de
estas epopeyas. Incluso se atrevió a escribir un ensayo literario que tuvo a
bien regalarme. Pues bien, que me voy del tema… Pintando la cabeza de mi “personal musa” Diotima, recordé a Alcibíades,
un joven y laureado general ateniense que después engrosó las filas guerreras
de Esparta. Todo hace pensar que era un bicho
de cuidado… Contaban que estaba enamorado (no creo que secretamente) de
Sócrates, al cual admiraba y reverenciaba.
Ambos, como la mayoría en aquella época, ejercían de
bisexuales convencidos, convictos y confesos. Sócrates era un hombre bueno e
íntegro que fue acusado falsamente de corromper a la juventud y le condenaron a
beber cicuta. Defendía a ultranza el cumplimiento de las Leyes y tanto respeto las
profesaba que no dudó en beber el veneno que acabó con su vida, aún sabiendo
que era inocente. Para él conocer el bien y practicarlo era una misma cosa y
defendía que la sabiduría, la virtud y la felicidad son inseparables.
Desgraciadamente no todos pensaban igual.
Alcibíades bebía generosamente a deshoras, lo hacía con
gusto y delectación. Pero el general tenía una pequeña manía cuando se pasaba
de copas y ésta era que le daba por arrancar las cabezas de las esculturas que
encontraba a su paso ya fuese a puñetazos, a patadas, a lanzadas, a sablazo
limpio... El célebre soldado vapuleaba a las tallas y a los mortales que
paseaban distraídos desde buena mañana. No solían recomponer las estatuas porque
esperaban a que los “semidioses” o jerarcas dominantes (representados en dichas
esculturas), cayeran en desgracia y de
esta forma se ahorraban un nuevo y costoso “encabezamiento”.
Ahora me explico por qué cuando Paloma y servidor visitamos el museo mitológico
e histórico de la ciudad mediterránea y argelina de Cheraga, la mayoría de las efigies
allí expuestas aparecían decapitadas o descabezadas, que tanto da.
En el libro “El Banquete”, de Platón, aparece
completamente ebrio Alcibíades y pone “a
caer de un burro” a Sócrates para más adelante alabar su figura, su
templanza y su apego a la verdad. ¿Estaba resentido el general con Sócrates
porque rehusó el trato sexual con él? Por aquel entonces toda Atenas reconocía
la belleza física de Alcibíades, su talento y su “mal vino”. Existen otras versiones distintas, como la de que el
general, embriagado, irrumpe de forma estruendosa en el banquete dando al
traste con todo. No hizo caso de la voz melosa y un tanto lujuriosa –narran- de
la ilustre y sabia dama Diotima llamándole al orden. Se abalanzó sobre Sócrates
para abofetearle arrollando y tirando al suelo a los sabios con sus copas de
oro relucientes y sus togas inmaculadas. Sería digno de carcajada ver
incorporarse a tan circunspectos personajes con sus túnicas manchadas de vino
(o lo que fuera) y las copas abolladas.
¡Qué personaje! Imagino cómo le hubieran puesto en la
actualidad si hace tal gesta en el Congreso de los Diputados apareciendo beodo
y gritando en el Pleno sobre el Estado de la Nación, mientras muchas de Sus Señorías (un decir) despotricaban
sobre el estado de ExEspaña (de la que comen) poniéndola, alguno de ellos, a
parir. Se rasgarían las vestiduras cuando Alcibíades, lúcido y ebrio, les
mandara, literalmente, al orto.
Miguel
MORENO GONZÁLEZ
Muy interesante a la par que impresionista. Digo impresionista por la impresión que se siente al ver a tan reconocidas esfinges con la cabeza cortada.. brazos..etc.
ResponderEliminarEn éste caso, no son precisamente esfinges a las estatuas que te refieres en el escrito de hoy.
Me ha salido...sin pensar lo que en realidad nos enseñaron de lo que eran las esfinges...
José A. Álvarez G. de Guzmán
Muy entretenido el relato. A ver si otro día nos cuentas algo de Diotima, anécdotas, vicios,virtudes....
ResponderEliminarGracias, Miguel, por tu mencion del artículo, que es muy interesante.. Desde siempre he preferido esas fábulas al resto de mitologías, la judeo-cristiana incuida.. Son mucho más literarias.. Repito, gracias, y espero que esa, ya, gran familia estéis todos bien... Un abrazo.
ResponderEliminarRafael
Magnífico repaso a las raíces de nuestra cultura. Curioso personaje Alcíbiades e inmenso Sócrates.
ResponderEliminarUn abrazo D. Miguel.
Luis C. Trijueque
Miguel alcibiades pasaría por cadalseño
ResponderEliminarOtro jueves que nos ilustras y nos entretienes. Gracias.
ResponderEliminarPepe Vázquez
Hermoso trabajo
ResponderEliminarAurora Ferrera Ruiz
preciosa
ResponderEliminarConsuelo Ajenjo
Está genial
ResponderEliminarMilagros Calvo
Os agradezco en nombre propio y en de Alcibiades y Sócrates, tan encomiasticas expresiones de admiración.
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