jueves, 28 de octubre de 2021

ALCIBÍADES, SÓCRATES Y SUS COSAS, por Miguel Moreno.

 ALCIBÍADES, SÓCRATES Y SUS COSAS

Musa cadalseña Diotima

            Pasé la mañana “repintando” la musa que tengo en el jardín. Sobre todo me costó adecentar su cabellera, que la tiene ensortijada y recogida en un moño a semejanza de mis abuelas. Según pintaba visitó mi mente el recuerdo del pasaje de un libro sobre las musas, los sabios griegos y sus circunstancias etílicas, así como la gran influencia que ejercieron las mujeres inteligentes en aquella Grecia Clásica: Helena, Fedra, Antígona, Penélope, Electra y, fundamentalmente, Diotima.

            Me resultan interesantísimas estas leyendas de musas, sabios, Dioses, mitos… de la historia mitológica griega y romana. Mi ex compañero Rafael Canellada me reafirmó en mi curiosidad porque era (es) un apasionado de estas epopeyas. Incluso se atrevió a escribir un ensayo literario que tuvo a bien regalarme. Pues bien, que me voy del tema… Pintando la cabeza de mi “personal musa” Diotima, recordé a Alcibíades, un joven y laureado general ateniense que después engrosó las filas guerreras de Esparta. Todo hace pensar que era un bicho de cuidado… Contaban que estaba enamorado (no creo que secretamente) de Sócrates, al cual admiraba y reverenciaba.


Sócrates

            Ambos, como la mayoría en aquella época, ejercían de bisexuales convencidos, convictos y confesos. Sócrates era un hombre bueno e íntegro que fue acusado falsamente de corromper a la juventud y le condenaron a beber cicuta. Defendía a ultranza el cumplimiento de las Leyes y tanto respeto las profesaba que no dudó en beber el veneno que acabó con su vida, aún sabiendo que era inocente. Para él conocer el bien y practicarlo era una misma cosa y defendía que la sabiduría, la virtud y la felicidad son inseparables. Desgraciadamente no todos pensaban igual.

Alcibíades

            Alcibíades bebía generosamente a deshoras, lo hacía con gusto y delectación. Pero el general tenía una pequeña manía cuando se pasaba de copas y ésta era que le daba por arrancar las cabezas de las esculturas que encontraba a su paso ya fuese a puñetazos, a patadas, a lanzadas, a sablazo limpio... El célebre soldado vapuleaba a las tallas y a los mortales que paseaban distraídos desde buena mañana. No solían recomponer las estatuas porque esperaban a que los “semidioses” o jerarcas dominantes (representados en dichas esculturas), cayeran en desgracia y de esta forma se ahorraban un nuevo y costoso “encabezamiento”. Ahora me explico por qué cuando Paloma y servidor visitamos el museo mitológico e histórico de la ciudad mediterránea y argelina de Cheraga, la mayoría de las efigies allí expuestas aparecían decapitadas o descabezadas, que tanto da.

El banquete de Platón

            En el libro “El Banquete”, de Platón, aparece completamente ebrio Alcibíades y pone “a caer de un burro” a Sócrates para más adelante alabar su figura, su templanza y su apego a la verdad. ¿Estaba resentido el general con Sócrates porque rehusó el trato sexual con él? Por aquel entonces toda Atenas reconocía la belleza física de Alcibíades, su talento y su “mal vino”. Existen otras versiones distintas, como la de que el general, embriagado, irrumpe de forma estruendosa en el banquete dando al traste con todo. No hizo caso de la voz melosa y un tanto lujuriosa –narran- de la ilustre y sabia dama Diotima llamándole al orden. Se abalanzó sobre Sócrates para abofetearle arrollando y tirando al suelo a los sabios con sus copas de oro relucientes y sus togas inmaculadas. Sería digno de carcajada ver incorporarse a tan circunspectos personajes con sus túnicas manchadas de vino (o lo que fuera) y las copas abolladas.

            ¡Qué personaje! Imagino cómo le hubieran puesto en la actualidad si hace tal gesta en el Congreso de los Diputados apareciendo beodo y gritando en el Pleno sobre el Estado de la Nación, mientras muchas de Sus Señorías (un decir) despotricaban sobre el estado de ExEspaña (de la que comen) poniéndola, alguno de ellos, a parir. Se rasgarían las vestiduras cuando Alcibíades, lúcido y ebrio, les mandara, literalmente, al orto.

                                                                                   Miguel MORENO GONZÁLEZ


10 comentarios:

  1. Muy interesante a la par que impresionista. Digo impresionista por la impresión que se siente al ver a tan reconocidas esfinges con la cabeza cortada.. brazos..etc.
    En éste caso, no son precisamente esfinges a las estatuas que te refieres en el escrito de hoy.
    Me ha salido...sin pensar lo que en realidad nos enseñaron de lo que eran las esfinges...
    José A. Álvarez G. de Guzmán

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  2. Muy entretenido el relato. A ver si otro día nos cuentas algo de Diotima, anécdotas, vicios,virtudes....

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  3. Gracias, Miguel, por tu mencion del artículo, que es muy interesante.. Desde siempre he preferido esas fábulas al resto de mitologías, la judeo-cristiana incuida.. Son mucho más literarias.. Repito, gracias, y espero que esa, ya, gran familia estéis todos bien... Un abrazo.
    Rafael

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  4. Magnífico repaso a las raíces de nuestra cultura. Curioso personaje Alcíbiades e inmenso Sócrates.
    Un abrazo D. Miguel.
    Luis C. Trijueque

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  5. Miguel alcibiades pasaría por cadalseño

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  6. Otro jueves que nos ilustras y nos entretienes. Gracias.
    Pepe Vázquez

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  7. Hermoso trabajo

    Aurora Ferrera Ruiz

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  8. preciosa

    Consuelo Ajenjo

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  9. Está genial

    Milagros Calvo

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  10. Os agradezco en nombre propio y en de Alcibiades y Sócrates, tan encomiasticas expresiones de admiración.

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