jueves, 13 de mayo de 2021

LLEGADA A ARGEL DEL VUELO PROCEDENTE DEL CORAZÓN, por Miguel Moreno.

 LLEGADA A ARGEL DEL VUELO PROCEDENTE DEL CORAZÓN

(A mi hermano Nati, que miraba pasar por el cielo de Cadalso  los aviones con “propulsión a chorro”)


     Llegaste al aeropuerto de Argel una tarde plateada de comienzos de Diciembre de 1981, vestías un jersey claro de cuello de cisne enroscado a tu esperanza. Te vimos Paloma y yo a lo lejos. Ibas y venías explorando desconcertado sobre el techo de la terminal tu destino. Tu equipaje lo buscabas sobre la cinta deslizante y tal vez no reparabas (¿o sí?) en ningún otro punto que no fuera tu preocupación. Según te mirábamos sentimos que ya no estaríamos solos en aquel país tan distinto al nuestro, que todo sería más llevadero en tu compañía, incluida esa nostalgia que sin avisar nos desbordaba la melancolía. Hacía cuatro meses que había muerto nuestro padre y algo teníamos que hacer para salir adelante sin que nuestra familia se resquebrajara. Tenías entonces veintiún años y muchas ilusiones concentradas en lugares remotos y entrañables. Dejaste en Madrid una novia que soñaba contigo (y tú con ella) por las oquedades de aquellos días ilusionados. En Cadalso quedó entre penas y angustias nuestra madre y, entre la desolación y la sorpresa, quedaron también los hermanos chicos, Justo y Jose (de dieciséis y nueve años, respectivamente). Durante aquellas noches invernales que les derrotaban sin compasión, se hacían cientos de preguntas extrañas sin encontrar respuestas junto a la chimenea de la casa de Las Sillas. Allí dejaste incluso tu adolescencia antes de saborearla, oculta en medio de retamas y de atajos con trabajo, aquel inicio juvenil lo surcabas de madrugada mientras dibujabas sobre el camino el mundo coloreado que imaginabas.

 

Nochevieja  en la Sillas. 1977

El verano anterior padre me dijo que a ver si hubiera un hueco para ti en nuestra Embajada en Argelía. Me lo comentó satisfecho con su camisa blanca inmaculada, su pantalón gris, su corte de pelo “al cero”, su corazón sensible y el pozo de su huerto repleto de agua y ternura. Tomábamos unas cervezas en Casa Carabias, ventanas abiertas de par en par y gente sonriendo, fue un atardecer inolvidable con el lienzo de la noche ya preparado para recibir sus trazos de fantasía. Nos situamos en la esquina de Salva, a la derecha según entras, bajo un ventilador de aspas enormes parecido a los que salían en las películas de detectives del cine Condestable. Desde allí divisábamos repleta la terraza de “El Tilo”, mientras observábamos complacidos que al fresco del anochecer muchos niños jugaban sin parar con la tierra, como por otra parte siempre hemos jugado los niños: con tierra, besos y sonrisas… igual que lo hacía el tuyo, Álvaro, apartándose los bucles rubios cuando le caían sobre los ojos que le impedían ver sus cochecitos surcar las carreteras de arena. No sé, pero siempre me pareció que a los pequeños les gusta jugar en ese lugar. Será la arena que continuamente llama a los infantes como lo hacen sus madres. Yo rememoraba todo esto según te esperaba y con la incertidumbre y el temor de un futuro que ya no admitiría marcha atrás ni arrepentimientos; posibilidades estas que se les niega siempre a los de abajo.

 

Celebrando mi jubilación.

     Hoy lo que prevalece en mi memoria por encima de cualquier otra consideración, es el recuerdo de aquellos instantes limpios y desprovistos de otro interés que no fuera el del cariño. Una anochecida averigüé lo necesario que me resulta que me estimen para así combatir mi latente inseguridad. Uno ya tiene un montón de fracasos, años y emociones que le dejan tendido ante los cascos de los caballos desbocados de la vida. Quedas a la intemperie del mundo y abandonado a tu suerte sin esperarlo. Ya las ganas de luchar por lo que uno creía justo fueron tamizadas por el tiempo y hasta las Nocheviejas parecen haber perdido su magia… Sin embargo, cada primavera sigo oyendo conmovido los cantos de la oropéndola y del cuco en Tórtolas. Es ahora, después de tantos años pasados y de tantas experiencias, cuando volvemos a encontrarnos en este aeropuerto que es como la metáfora de la vida, que siempre nos espera paciente para hacernos ver que damos muchas vueltas para, al final, volver al lugar de partida. En este preciso instante me apetece decirte que te admiro y que me siento orgulloso de ti, es en este señalado momento cuando te lo digo antes de que sea muy tarde para todos y perdamos el avión del corazón. Apareces con un cálido abrazo de bienvenida en la mirada y un canto de ruiseñor en el corazón. Y eso, nos lo tenemos que decir y dejarnos de zarandajas, porque me parece que es lo más hermoso que se pueden decir las personas y es, sin duda, lo que más les sirve para seguir por los atajos de colores.

 

Con Álvaro en el jardín. 2001

Esto es una hermosa gesta humana carente de bienes mundanos, hazaña que se nos grabará tan fuerte en el alma que será capaz de hacernos superar los malos ratos que nuestra existencia nos pueda deparar. Es como ir un poco más allá de lo de siempre, ponernos manos a la obra y edificar acaso el bello edificio del respeto, del cariño y de la amistad. Como cuando éramos jóvenes, buenos e ingenuos y empezábamos las cartas con esa frase que quería ser una encantadora declaración de principios: “Querido hermano, dos puntos…” y después de eso ya venía lo otro, aquello de: “te echo de menos…”, “ayer me acordé de ti…”, “tengo ganas de verte para contarte lo que me pasó…” Y terminábamos despidiéndonos: “Recibe un abrazo muy fuerte de tu hermano, éste que lo es…” Cosas así que hacían que brotara lo mejor que teníamos guardado en lugares misteriosos que no reconocíamos como propios, éramos demasiado jóvenes e ingenuos y superaban nuestra humilde comprensión. ¿Y luego qué pasaba…? Pasaba que tomabas el avión a propulsión del corazón y te ibas solo a soñar entre las nubes cadalseñas.

                            Miguel MORENO GONZÁLEZ


Calle Didouche Mourad. Argel. A la derecha vivíamos. 

 P.D. Durante casi seis años vivimos en Argelia. País muy duro y peligroso que, a la postre, fue la mejor lección que recibimos en nuestra vida. Me he puesto algunas veces a escribir aquellas experiencias que parecerían increíbles en estos tiempos que corren. Siempre lo he dejado cuando llegaba a algún hecho desagradable. Hay vivencias que aún hoy, tantos años después, no he conseguido superar. Guardo hermosos recuerdos de mis compañeros. Amaban a España y con casi todos tuvimos una entrañable relación, dieron lo mejor de ellos para ayudar a sus compatriotas necesitados. Y no era nada fácil, hay tantas cosas que se me vienen a la cabeza… Conocimos tres embajadores que dejaron el pabellón español muy alto: José Mª. Ullrich Rojas, Eduardo Zulueta Dato y Gumersindo Rico (todos desaparecidos). Labramos una especial relación con los Agregados de Defensa, los generales: Ulibarri, Carlos Gómez Arruche, Gilberto Marquina López. Y con el resto de compañeros funcionarios (diplomáticos, laborales y administrativos), trabajamos codo con codo por nuestra Patria. Con el Cónsul General de España en Argel, Diego Mª. Sánchez Bustamante, sigo manteniendo una gran relación amistosa. Siempre nos caímos muy bien y puedo decir que fue mi maestro, tanto laboral como humanamente. Un abrazo a todos ellos, allá donde estén. No los olvido, porque como me dijo uno de ellos: “El que da no debe volver a acordarse, pero el que recibe (servidor) nunca debe olvidar…”

Diego María Sánchez Bustamante, Gilberto Marquina López y Jóse María Ullrich Rojas. Embajador de España en Argel  1980-1982

Miguel

 


26 comentarios:

  1. Bonito relato

    Mariano

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  2. Buenos días

    Maria Cristina Fuentes Rojas

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  3. Preciosa y entrañable

    Rosa Foncuberta López

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  4. Migue cada jueves te superas
    Un relato muy bonito y lleno de amor y cariño con los tuyos

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  5. Buenos días Pedro te puedo asegurar que de todas tus historias que e leído está es impresionante me a emocinado. que cosas es la vida pero es la vida te deseo un feliz día y mi Ehobuena y felicidades por todo ❤️ lo importante que está historia tuya un abrazo Buenos días ❤️

    Aurora Ferrera Ruiz

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  6. Como siempre muy emotivo Miguel y Familiar 👍👍😍😍😍😍😍

    Antonia Frontelo Morales

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  7. Excelente relato lleno de emotividad y cariño hacia los tuyos y a los que formaron parte de aquellos momentos de tu vida, es sencillamente una manifestación de amor por la familia y por lo vivido durante aquellos años de Argel. Siempre se aprende más de los momentos difíciles, de las situaciones que parecen que se nos escapen de las manos, pero que al final son los mejores recuerdos y la mejor lección de superación.

    Un abrazo y salud para toda tu familia
    Zorro Corredero

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  8. Buenos días pedro

    Juani Robles Morillas

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  9. Que bonita historia , que tiempos aquellos vividos en Argelia y que pena aquel retorno por la muerte de vuestro padre, cuántas calamidades se vivían antiguamente y eso que yo me crié entre algodones y tenía todo lo que podía desear una niña de entonces pero por la edad yo no vivo aquello pero si me cuenta muchas cosas mi madre. Te admiro Miguel por ser tan luchador y junto a Nati cuidar a tu familia y sacarla adelante

    Maria Antonia Hernández

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  10. Ahhhhh!!!como se parece Nati a Justo

    Maria Antonia Hernández

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  11. Gracias Pedro por tus palabras que desprenden todo ese cariño que nos tienes; sobre todo a mi madre, a la que siempre has admirado. Gracias, una vez más por hermosear estos escrititos. Hago extensivo mi agradecimiento a los autores del resto de los comentarios que no fallan cada jueves, dando así alicientes a estos escrititos que vienen a ser, como dijo Pablo Neruda, un: "Confieso que he vivido." Agradecido de corazón.

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  12. Como dice María Antonia. Mi hermana y yo hemos vivido nuestra niñez y juventud ""entre algodones"" pero, he visto a nuestro alrededor, varios necesitados a quienes mis padres les prestaron ayuda.. Han sido unos relatos muy interesantes😘

    Maria Eugenia Blázquez Bascuas

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  13. Precioso como siempre... Recuerdo que me contabas cosas sobre Nati en Argel... A mí no se me olvidan las cosas del corazón... Enhorabuena amigo...hoy has cortado...orejas y rabo.
    José A. Álvarez G. de Guzmán.

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  14. Qué bonito relato, te deseo lo mejor.
    Guillermo Yuste

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  15. Bello y emotivo homenaje a tu hermano. Así se mantienen unidas las familias.
    Un abrazo.
    Luis C. Trijueque

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  16. Gracias.
    Sabes que os quiero.
    Nati

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  17. Con una sola palabra se puede hacer el mejor homenaje, esa palabra, usada por ti, es: bonhomía, que procede del francés y está formada por "bon", bueno, y "honme" hombre, es decir buen hombre, pues eso es lo que eres Miguel, y por supuesto el gran Zorro Corredero también.

    Un abrazo a los dos.
    Antonio.

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  18. Gracias por tu cariñosa mención, Miguelón,Miguelato, muy querido y admirado Miguel. Gran abrazo y otro a Paloma.
    Diego M. Sánchez Bustamante

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  19. Muy bonito y emotivo, un fuerte abrazo Miguel y Paloma.

    Montse Hergueta

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  20. ¿Qué sentía, querido hermano? Miedo o mejor dicho tenía.
    La imagen de los policías con su uniforme azul, las mujeres con el chador blanco, el olor...
    Pero al fondo tras un cristal, os veo y...
    Nati

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  21. Conozco a Pedro el Zorro Corredero muy bien, a ti Miguel no mucho, mas por tus escrititos denoto tu buen saber estar y tu excelente prosa. Me gusta ese gran binomio, que sólo intenta y creo que lo consigue, llegar a la gente con humildad y sin protagonismos. Solo con la amistad se consiguen estas cosas, lo demás a veces es envidia y querer sobresalir, cosa que en vuestro caso nunca ha existido, al menos para mi. Los dos sois una maravilla, seguid así, colaboradores y prudentes. Un saludo.

    Carmen

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  22. Como siempre un escrito lleno de ternura y de amor a los tuyos descrito de forma inigualable, da gusto leerte amigo.
    Pepe Vázquez

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  23. Un abrazo🤗

    Aurora Ferrera Ruiz

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  24. esta historia es para leer no solo poner me gusta

    Aurora Ferrera Ruiz

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  25. Que Guapo!!!

    Ana Teresa García González

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  26. ¡Qué bien lo expresas Miguel (mi primer nombre) Moreno (mi cuarto apellido)!.

    Miguel Revuelta de Guzman

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