Mari Carmen "LA
7"
La recuerdo perfectamente, tenía andares
elegantes y era inteligente, educada y muy guapa, tanto que la conocíamos como
Mari Carmen, "La 7", por aquella camiseta amarilla que, con la inscripción de "77 Sunsset Street", llevaba aquel verano de 1969 cuando por primera vez llegó a la Panda de la Plaza. ( Aunque yo siempre había pensado que era evocando a las hermosas chicas que acompañaban
al agente "007" en sus películas). Pasaba largas temporadas en Cadalso
donde sus padres tenían un chalet en la zona de “El Bosque”, allí la conocí y
la oía hablar cosas que me parecían dibujos de colores.
Cuando llegaban las Navidades, los amigos y
amigas solíamos ir a tomar vinos -de mesones, decíamos entonces- al Madrid de
los Austrias. En uno de aquellos mesones, un viejo de mirar abstraído tocaba en
un acordeón canciones románticas inmortales. Una de esas tardes, en la puerta
de aquel mesón, ella me dio un beso. Aquella noche -y otras muchas-, antes de
dormirme pensaba en aquel beso. Otras desconfiaban de mí, no llegaba a
inspirarles confianza, en cambio ella me besó...
Pero se enamoró de Tomás, gran persona y
buen amigo. Se querían como adolescentes que eran y se miraban a los ojos,
protegidos por las sombras de las encinas y los chopos, cuando por Semana Santa
marchábamos todos de excursión al campo, cerca de los Toros de Guisando, junto
a un meandro del arroyo Tórtolas, allá empezaba a oler a primavera antes que en
ningún otro lugar; en cambio, a mí me parecía que el olor venía mezclado con
algo parecido a un dolor.
Un día me enteré del ingreso de Tomás en el
hospital Clínico. Tenía leucemia. Yo iba a visitarle con frecuencia y comencé a
sentir verdadera veneración por él. Nunca olvidaré cómo luchó contra su
enfermedad convencido de su victoria. Recuerdo que le componía escritos
diciéndole que se recuperaría y cuando le dieran el alta yo no sabría ya qué
hacer por las tardes en Madrid. Un atardecer, parecido a otros muchos
atardeceres de hospital, hablé con Mari Carmen en el pasillo, me dijo con
lágrimas en los ojos que estaba cansada, que eran muchos meses soportando esa
situación y que sus días pasaban sin vivirlos… Al poco tiempo rompieron su
noviazgo, como única explicación él me dijo que ella no merecía aquella
situación.
Coincidí en Barcelona con Tomás, yo cumplía la
"mili" y él hacía
frecuentes viajes esperando le transplantaran la médula espinar de su hermano
Fernando. Una vez volvimos juntos a Madrid, dormí en casa de sus siempre
hospitalarios padres y comprobé que su habitación estaba llena de libros que
trataban de su enfermedad. Estaba convencido de su triunfo y se instruía para
mejor combatirla. Jamás le escuché quejarse y a sus labios afloraba casi
siempre una sonrisa, ¡qué gran ejemplo fue para mí! Cuando me casé asistió sólo a la boda. Su ex-amor ejercía su
carrera docente en Canarias. En aquel entonces Tomás ya había vencido su
dolencia: leucocitos, plaquetas, glóbulos rojos y todo lo demás pasaron a ser
recuerdos. Incluso comprobé que había recuperado el pelo que los fuertes
tratamientos médicos le tomaron prestado.
Después yo pasé junto a mi fascinante
mujer, Paloma, casi seis años en Argel. Al cabo, volvimos a la normalidad, tan
anhelada por mí, de Madrid y Cadalso. Una noche en Cadalso, siempre Cadalso, me
dieron la noticia: En Canarias, en un accidente de tráfico absurdo murió Mari
Carmen. Contaba 28 años y seguía siendo inteligente, educada y muy guapa. Y
cuando caminaba parecía flotar y acariciar suavemente el suelo. Yo la admiraba
y ella, estoy seguro, no lo supo nunca.
Esta tarde primaveral y lluviosa me hace
pasar por dentro de mis recuerdos y me descubren lo que ya no soy y, pienso,
que con el paso de los años la vida se convierte en una nostalgia de las
dulzuras perdidas, de las ingenuidades robadas… Yo sigo recordando en Navidad a
aquella mujer, a su beso y a aquel viejo con su acordeón y sus canciones, que
ahora me parecen las más tristes del mundo.
Miguel MORENO GONZÁLEZ
Explosión de sensibilidad y delicadeza. Como siempre, Miguel, te superas en cada escrito. Un abrazo.
ResponderEliminarLuis C. Trijueque
Miguel, qué te voy a decir... Era muy buena amiga mía muy buena gente, yo me llevaba muy bien con ella y con sus padres, por cierto, su padre murió.. Le veía que iba a comer todos los días al Pope... Miguel, nuestra juventud fue muy bonita. Ahora la juventud es muy distinta.
ResponderEliminarVicente
Muy Hermosas vivencias 😍😍
ResponderEliminarAntonia Frontelo Morales
Que Bonita Historia y triste a la vez hay lo dejo hay que leer .me a encantado Pedro siempre Recuerdos ❤️
ResponderEliminarAurora Ferrera Ruiz
Bien Miguel, si los buenos recuerdos de los días del bollo y del hornazo, adornados con las dulces y tiernas referencias a tus padres, a los que debiste adorar, venerando su recuerdo ya le ponen a uno un tanto melancólico, lo rematas el jueves con un escrito magistral haciendo una magnífica descripción de lo que es una amistad que, además, también lleva una carga emocional importante. En fin da gusto leerle señor.
ResponderEliminarPepe Vázquez
Grandes recuerdos, que emanan de tu corazón y compartes, una vez más, con todos nosotros como tú solo sabes hacer, con grandes palabras y emocionantes testimonios de tu juventud.
ResponderEliminarLuis M. González
Recuerdos mezclados con añoranza, cariño, alegría y ese triste sabor que deja la muerte de una persona a la que amamos. Amores de juventud que se quedan a vivir en un rincón de la memoria y que a veces renacen, reviven o rebrotan mezclando ese sabor agridulce de lo vivido y de lo perdido. Muchas gracias por estos relatos que no nos dejan indiferentes, que nos tocan por dentro y reviven nuestros fantasmas y nuestros recuerdos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Son más bonitos vuestros comentarios que cualquiera de mis escrititos.
ResponderEliminarMuy agradecido. Muchas gracias.
Que precioso recuerdo!!! A ella le encantaría, seguro. Es curioso que la llamarais "La 7" porque es un nùmero que representa todo lo celestial y eterno.Representa la totalidad.
ResponderEliminarHipócrates dijo que el número 7, por sus virtudes ocultas,es dispensador de vida y fuente de cambios.Es el número del idealismo y del intelecto.
Nùmero que le corresponde a una mujer tan especial. Allí donde esté, se la sigue recordando.