LA HISTORIA DE LA FOTO DE "EL NIÑO Y SU PERRO MINGO"
¡Qué foto tan hermosa con "Mingo"! Fue una tarde soleada de un Día del Bollo en los Pinos de
los Lavaderos, allá donde ahora se encuentra el colegio de Cadalso. El sol
avanzaba perezoso hacia la sierra de Lancharrasa. El fotógrafo de Las Rozas de
Puerto Real les dijo a los padres que colocaran allí a "Mingo" y al niño... El sol les daba de frente y por eso
los dos aparecen con los ojos cerrados. Juntos los dos, inseparables. Muy
juntos para siempre. Y es que recuerdo que se querían en silencio una
barbaridad. El mocito alarga suavemente la
mano derecha acariciando el cantueso (¡qué cantidad de tomillos y
pinos!); su mano izquierda se introduce en el bolsillo de sus pantaloncitos, a
lo mejor estarían sonando en su mano algunas humildes monedas que le habían
dado los mayores, entonces poco le importaba el dinero. Su jersey de cuello
abierto no tiene botones ni cremallera, sólo dos cordones rematados en dos borlas
de lana que cerraban la abertura de la prenda; cubre su cabeza una gorra que
tapa sus orejas (antes hacía mucho frío); calza zapatos claros, con hebilla y
ojales; su expresión, -ya entonces- era melancólica. Al chiquillo le quería
mucho su familia y él quería a su perro. El círculo se cerraba con todos dentro.
El perro con pelaje blanco y obscuro, llama la atención...
"Mingo" sabe que está
viviendo un momento muy especial y posa feliz, muy tranquilo y satisfecho. Ambas
expresiones transmiten placidez, quizá ingenuidad. ¿He dicho ya que se querían
mucho los dos? Luego se estuvieron comiendo el bollo sentados sobre una manta
que habían extendido sus padres al lado de una antigua cantera. El perro
únicamente se movía si el chico le decía: "Come
Mingo, come". Y el perro comía resignado los restos del bollo y alguna
que otra cosilla que llevaron para acompañar la tarde. Era muy dócil y miraba
al crío como con pena y mucho amor, su mirada parecía implorar una caricia. Su padre
llevaba un poco de vino en una bota en la que se leía: "Las tres ZZZ. Pamplona. España". El niño y la madre portaban
dos cantimploras llenas de agua. Una era para el moquillo. Eran felices los cuatro. Pero no le daban importancia.
Era lo más natural del mundo.
Una tarde "Mingo",
ya mayor, bajó andando penosamente desde Las
Casetas hasta el huerto de La
Peluquera sin despedirse de nadie. Se tumbó junto al brocal del pozo con el
que regaba el abuelo el huerto las tardes de verano. Se quedó dormido y no se
despertó más. En realidad, se quedó muerto dormido. Un día el infante,
extrañado porque las jornadas pasaban y el perro no volvía, les preguntó a sus
padres por él. "Se quedó dormido
hace unos días en el huerto", -le contestaron acariciando sus bucles
rubios-. "A los animales no hay que
molestarlos cuando duermen, porque duermen tanto que a veces se van al cielo sin
enterarse de que están allí." El chiquillo no dijo nada, pero estaba
triste por la ausencia del amigo que le acompañaba hasta la escuela y luego volvía
solo. Algunas noches de invierno le oía ladrar desconsolado detrás de la casa
echando de menos a su amigo. Y el chico no podía dormirse por la pena. Años
después el niño, ya muchacho, se enteró de la penosa realidad. El muchacho
cogió la foto y se la guardó. Desde aquel día siempre la lleva consigo. Son dos
amigos que sobreviven al olvido.
Miguel MORENO GONZÁLEZ
Hermoso💖todos hemos tenido unos cuantos amigos sustituían muchas cosas y nunca sé quejaban
ResponderEliminarAntonia Frontelo Morales
Lo mejorcito, el Zorro, Miguel y Jose Julian
ResponderEliminarGracias
Mariano
Bonita historia Miguel
ResponderEliminarJose Maria Moreno Gonzalez
Historia más emocionante y
ResponderEliminarHay que leer
Aurora Ferrera Ruiz
Muchas gracias Pedro pero mi corazón lo siente a si todo lo que editas❤️
ResponderEliminarAurora Ferrera Ruiz
La foto, magnífica, por cierto, ya la había visto. El escrito juraría que ya le había leído y me ha vuelto a producir una ternura inmensa. La declamación no la había oído y el relato oído causa la mismas sensaciones, quizás un pelín más acusadas. Felicidades como siempre.
ResponderEliminarPepe Vázquez
Hermoso😍😍😍
ResponderEliminarAurora Ferrera Ruiz
Preciosa historia del día del bollo, que chiquitillo eras,que tiempos aquellos Miguel cuando nos comíamos el bollo y subíamos con la cantimplora llenos de alegría y con nuestros padres. Me encanta de la manera que lo cuentas muchas gracias por compartirlo
ResponderEliminarMaria Antonia Hernández
Qué bonito❤️
ResponderEliminarEsperanza De La Cruz García
Os agradezco vuestros comentarios. Una pena que el día del Bollo fuera languideciendo hasta su práctica desaparición. Muchas gracias
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la historia del pequeño y mingo el día del bollo. Lo he leído y escuchado. Gracias a Miguel, José Julián y el zorro 🦊
ResponderEliminarChelo Villarin Recio
Que final más triste ,pero así es la vida
ResponderEliminarLucia Lop
Que bonita historia y triste a la vez como dice la luci así es la vida😥
ResponderEliminarPilar Calvo Villarín