EL
EMBRUJO DE LA NOCHE
A veces esperaba yo las claras del amanecer
para marcharme y encontrar la brisa de la aurora. Pasaba las noches impregnándome
de sensaciones variopintas, alimentando un espíritu de rebeldía que en la noche
encontraba su idóneo acomodo. Surgía la aventura entre luces rojas, lugares obscuros,
alcohol etílico, gente enigmática, frases lúcidas o mujeres que creía ayudar
cuando la realidad era muy otra. En aquellos instantes siempre me invadía una
especie de euforia. Era un bohemio noctívago que imaginaba lances fascinantes
que superaría con el día sin mayores inconvenientes.
La noche me mostraba valentías ocultas,
revoluciones pendientes, amores crepusculares y utópicos, distopías que
advertían sobre el peligro de las ideologías, sueños que me ayudaban a
levantarme por la mañana, relatos bellos inconclusos, confesiones sin
concesiones al adorno, cariños adormecidos que rebrotaban, proyectos de
amistades sinceras, lágrimas que se abrazaban desfilando sobre mejillas
alegres…
La noche era pura magia. Bastaba el canto
nocturno de un ave, el correr del agua por la cuneta, el silabeo del viento, la
nieve que nos incomunicaba en una barra de bar, una mirada al cielo estrellado,
el sobresalto que producía una melodía… Y ya estaba yo recluido en una
melancolía radiante y optimista -¡que las hay!-, acometiendo desafíos
inalcanzables que nunca me parecieron imposibles.
Aquellas noches creo que amé a pocas
mujeres, muchas ternuras se me quedaron huérfanas, flotando como volutas de
cariño que no hallaron acomodo y sirvieron, todo lo más, para abrirse camino
entre lechos de nubes. Abundantes susurros no encontraron destinos de
confianza, demasiadas caricias no alcanzaron a sobresaltar una piel sensible,
infinitos besos no descubrieron las esencias de un cuerpo inquieto, innumerables
ondulaciones de melenas quedaron huérfanas del perfil albo de mis manos.
Recuerdo lo que me decía mi padre cuando
aparecía por casa: “No olvides que quien
vale para trasnochar tiene que valer para madrugar…” Y madrugaba para llegar
pronto a la noche y que recibiera de mí lo mejor en justa reciprocidad solidaria.
Entre dos luces solía abandonar todo y encaminarme a buscar el fresco del alba.
El embrujo del anochecer no tardaba en llegar.
Hoy atardece en mi vida con el arcoíris
difuminándose sobre “Majadíllas”. Y
yo estoy aquí solo con las sienes plateadas y pensativo: ¿Habrá alguna persona
o lugar desconocido hacia donde se canalicen las acciones y los sentimientos
hermosos que a veces, no siempre, nos rebosan y que poco a poco sustituimos,
olvidamos o perdemos casi sin darnos cuenta? Es tan misteriosa y efímera la
vida…
Miguel MORENO GONZÁLEZ
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso
Qué noches aquellas de la juventud en las que no contaban ni el pasado ni el futuro, sólo el presente. Un abrazo, Maestro.
ResponderEliminarLuis C. Trijueque
Bonita foto de esa calle tan emblemática y humilde de Cadalso que es San Antón
ResponderEliminarQue bonito Miguel recordar aquellas noches sobre todo en San Antón donde todo era armonía y se te pasaba la noche sin darte cuenta embelesados a la luz de la cálida luna.
ResponderEliminarMaria Antonia Hernández
Súper bonito recordar cuando la noche tenía embrujo. Que grandes recuerdos. Fenomenal Miguel.
ResponderEliminarChelo Villarin Recio
Era la mejor calle
ResponderEliminarObdulia Cordero Santillan
Eso era típico en los padres de antes, yo también lo digo...
ResponderEliminarMaria Rosario Caballero Lopez
Que añorados tiempos
ResponderEliminarLucia Lop
Maria Rosario Caballero Lopez Claro que era típico de los padres de antes. Deberían de copiar los padres de ahora.
ResponderEliminarVidal Fermosell Jimenez
Vidal Fermosell Jimenez tantas cosas tendrían que copiar, pero en fin , la vida, un saludo
ResponderEliminarMaria Rosario Caballero Lopez
Precioso 😍 gracias por mandar estas cosas tan bonitas Pedro
ResponderEliminarAurora Ferrera Ruiz
Aquellas noches se quedaron para siempre entre nuestros mejores recuerdos. Y como vosotros también sois conscientes de ello, escribís tan bonitos comentarios. Muchas gracias.
ResponderEliminarMiguel te superas día a día.
ResponderEliminarRecuerdo aquel artículo de Mimeño, y se nota la diferencia.
Bonita mi calle de toda la vida la alegría que había de día y de noche y el jaleo de muchachos siempre jugando en la calle y las mujeres salían a pasar sus rayitos y siempre había gente en la calle ahora esta muy triste y solitaria nadie sale este virus nos tiene depresivas y chaladas que pase pronto para hacer nuestra vida como antes ❤️👏👏
ResponderEliminarDolores Saez Canoyra