martes, 1 de septiembre de 2020

Momento taurino de montaña en la Sierra de la Paramera


El toro del Portezuelo


Y al llegar arriba te encuentras con este bicho rodeado de vacas, se le ve dueño y señor de la vacada, me mira, le miro, no parece peligroso, no es bravo, pero me mira desafiante. Al final le dejo a un lado y continúo mi camino, él ni se mueve. Imagínate que momento de montaña si se arranca y me da, no una cornada, sino un testarazo, menuda gracia. Ah! y a la vuelta me volví a encontrar con él de nuevo, pero para entonces ya nos conocíamos. Un encuentro en el Portezuelo de Villarejo, un pueblo de Ávila. Mañana si será un tema de montaña.

Nota: Si veis a Mariano en el bar del mismo nombre en la Plaza de Cadalso, decidle que entre en el Zorro Corredero, seguro que le gusta, Villarejo es su pueblo.

Zorro Corredero
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso 

3 comentarios:

  1. Pedro, mañana se lo digo, y me tomaré una cañita con esos aperitivos tan buenos que pone.

    Vidal Fermosell Jimenez

    ResponderEliminar
  2. Gracias. Mañana voy a poner un buen reportaje de montaña partiendo desde Villarejo. De paso que lo vea todo entrando en el Blog del Zorro Corredero.

    ResponderEliminar
  3. LA CASA DE ADOBE

    La casa humilde de adobe
    y de tierra apisonada
    por el permanente sobe
    de los años de morada.

    Casa venida de herencias
    de los parientes lejanos,
    habitando sus presencias
    al alcance de las manos.

    Casa estrecha y alargada
    con bombilla en la cocina,
    alumbrando fragmentada
    oculta por una esquina.

    Con un contador chicharra
    durante el día apagado,
    dando de noche tabarra
    al ánimo sosegado.

    La cuadra visible al fondo,
    la mula cara asomada,
    integrada en lo más hondo
    con la familia soñada.

    Paredes enjalbegadas
    con la cal acostumbrada
    en las antiguas posadas
    de una vida reposada.

    Los bajos y las alturas
    con ocres se perfilaban,
    asombro de las criaturas
    que absortos todo miraban.

    Sobre el suelo se extendía
    de las vacas la boñiga,
    con un olor aquel día
    lejos del olor a espiga.

    El techo era de madera
    separador del doblado,
    donde estaba la pajera
    con el grano acumulado.

    De negro la chimenea
    con los troncos chispeantes,
    y llama que parpadea
    pucheros regocijantes.

    Nuestras madres hacendosas
    cubiertas con sus mandiles,
    de aquellas casas las rosas
    y aceite de sus candiles.

    Y, cuando el viento que brama
    por rendijas se filtraba,
    nos calentaban la cama
    con ascuas que el tronco daba.

    De adobe la construcción
    del pobre que el pan amasa,
    con la mayor emoción
    os he descrito mi casa.



    DEBAJO DE LA ESCALERA
    El vasar

    Debajo de la escalera
    teníamos el vasar
    del agua que al trasegar
    cantaba en la cantarera.
    Vasijas que en la vasera,
    cántaro, vaso y botijo
    del padre, madre y del hijo
    eran el río y la fuente
    y el arroyo transparente
    del familiar regocijo.

    ResponderEliminar