El toro del Portezuelo
Y al llegar arriba te encuentras con este bicho rodeado de vacas, se le ve dueño y señor de la vacada, me mira, le miro, no parece peligroso, no es bravo, pero me mira desafiante. Al final le dejo a un lado y continúo mi camino, él ni se mueve. Imagínate que momento de montaña si se arranca y me da, no una cornada, sino un testarazo, menuda gracia. Ah! y a la vuelta me volví a encontrar con él de nuevo, pero para entonces ya nos conocíamos. Un encuentro en el Portezuelo de Villarejo, un pueblo de Ávila. Mañana si será un tema de montaña.
Nota: Si veis a Mariano en el bar del mismo nombre en la Plaza de Cadalso, decidle que entre en el Zorro Corredero, seguro que le gusta, Villarejo es su pueblo.
Zorro Corredero
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso
Pedro, mañana se lo digo, y me tomaré una cañita con esos aperitivos tan buenos que pone.
ResponderEliminarVidal Fermosell Jimenez
Gracias. Mañana voy a poner un buen reportaje de montaña partiendo desde Villarejo. De paso que lo vea todo entrando en el Blog del Zorro Corredero.
ResponderEliminarLA CASA DE ADOBE
ResponderEliminarLa casa humilde de adobe
y de tierra apisonada
por el permanente sobe
de los años de morada.
Casa venida de herencias
de los parientes lejanos,
habitando sus presencias
al alcance de las manos.
Casa estrecha y alargada
con bombilla en la cocina,
alumbrando fragmentada
oculta por una esquina.
Con un contador chicharra
durante el día apagado,
dando de noche tabarra
al ánimo sosegado.
La cuadra visible al fondo,
la mula cara asomada,
integrada en lo más hondo
con la familia soñada.
Paredes enjalbegadas
con la cal acostumbrada
en las antiguas posadas
de una vida reposada.
Los bajos y las alturas
con ocres se perfilaban,
asombro de las criaturas
que absortos todo miraban.
Sobre el suelo se extendía
de las vacas la boñiga,
con un olor aquel día
lejos del olor a espiga.
El techo era de madera
separador del doblado,
donde estaba la pajera
con el grano acumulado.
De negro la chimenea
con los troncos chispeantes,
y llama que parpadea
pucheros regocijantes.
Nuestras madres hacendosas
cubiertas con sus mandiles,
de aquellas casas las rosas
y aceite de sus candiles.
Y, cuando el viento que brama
por rendijas se filtraba,
nos calentaban la cama
con ascuas que el tronco daba.
De adobe la construcción
del pobre que el pan amasa,
con la mayor emoción
os he descrito mi casa.
DEBAJO DE LA ESCALERA
El vasar
Debajo de la escalera
teníamos el vasar
del agua que al trasegar
cantaba en la cantarera.
Vasijas que en la vasera,
cántaro, vaso y botijo
del padre, madre y del hijo
eran el río y la fuente
y el arroyo transparente
del familiar regocijo.