LECTURAS
PARA UN VIRUS SIN CORONA. SUDORES Y SENSACIONES
Salgo
de Cadalso hacia la carretera de San Martín, aún no llevo un kilómetro
recorrido y me arrepiento. Pienso que por la de Rozas hay más kilómetros y me
decido a cambiar. Paso por la casa de mi infancia -la Caseta de Camineros-,
bajo la sombra de una enorme acacia que ya no existe, me sentaba las tardes de
verano acompañando a mi abuela y a mis tías, ellas cosían en bastidor y yo
leía, de manera incansable, tebeos que me transportaban a ignotos lugares.
Sobre esta misma carretera las noches calurosas del estío dibujaba con agua
contenida en una cantimplora el nombre de mis ciclistas favoritos: Fuente,
Gandarias, Pérez Francés, Ocaña, Delgado, Induráin… Todo está muy seco; oigo un
ruido entre el pasto, es un lagarto, nunca he podido soportar a los reptiles.
Marcho bien, es llano. Pasa un coche y un niño se me queda mirando gozoso por
el cristal trasero. Me animo. Comienza una subida, en su inicio me asfixio, sé
que éste es uno de los peores momentos, una vez superado me relajaré y tomaré
más fondo físico, con este pensamiento lo supero. Se va haciendo suave el
repecho y comienza un llano. Llevo 25 kms. y el agua parece caldo de sopa. No
importa, siempre me fue bien el calor en bicicleta.
Empiezo
el ascenso desde Sotillo al puerto de Casillas. Es el más duro de la zona, los
casi ocho kms. se hacen eternos y agotadores. Me rebasa como un rayo una moto,
su conductor hace sonar el pito y su acompañante femenina mira saludándome con
la mano. Lo agradezco y me ayuda a superar la primera parte desarbolada de la
ascensión, al segundo trecho le acompañan los pinos y sus sombras son para mí
lo más importante en este instante, he recorrido 35 kms. y me encuentro fresco.
Me molesta un poco el "coulotte",
coloco mejor la almohadilla y siento alivio. Me rocío la cabeza con agua para
contrarrestar la envidia que me produce la contemplación de una piscina cercana
rodeada de verde césped y chicas lozanas. Esta zona es mucho más fresca, hay
viejos castaños que amparan mi recorrido fatigoso. Medito en que estoy
expulsando toxinas que me eran superfluas, esta tarde me hallaré mental y
físicamente a tono, exagerando, si cabe, esta hazaña de sudor y mezcla extraña
de sensaciones.
A
los sesenta kilómetros acometo la escalada a La Granjilla, son cinco mil metros
entre curvas, barrancos y pinos, menos duros que los anteriores pero a estas
alturas cualquier subida es como L'Alpe Duez o parecida. Recuerdo que en
invierno lo subí entre una niebla espesa que semejaba muros de algodones; hoy,
por contra, hace un día muy caluroso y encuentro en este contraste un milagro
que pocas veces agradecemos, ¡cómo no se consigue con ordenador…! Desde la
carretera observo una portalera y oigo el balar angustiado de un cordero que
llama a su madre. Y yo aquí, ¿puedo llamar a alguien que sepa escuchar mis
lamentos? Lo más inmediato es coger agua fresca que brota de la fuente que hay
en la carretera de Ávila, “Matazorras”,
me la recomendó un día un paseante solitario por su frescor. Una vez coronada
la cima comienza una bajada pronunciada, cambio al plato grande y piñón pequeño
y bajo pedaleando, me inclino sobre el manillar y observo el resplandor
destellante que produce el sol al chocar contra los radios, atrapo ese instante
en un hueco mental, puede servirme en el futuro.
Cruzo
un pueblo que visité esta Semana Santa con mi familia, está muy concurrido.
Oigo gritar a un niño: "-¡Mira mamá,
Perico!". Admiro a Perico Delgado desde que hace años le vi demarrar
en Los Alpes y dejó "clavados" a todos sus acompañantes. Las cunetas
brillaban con la nieve que a su paso iba derritiendo su aliento y reconozco que
me emocioné cuando el locutor gritó: “-¡Perico
se va como una moto, señores!”. Yo daba botes nervioso en el sillón
chillando: “-¡Vamos Pedro!”. Tenía
carisma este hombre aunque era irregular como corresponde a los genios, quizá
fuera eso lo que más me atraía de él, no me gustan los que ganan siempre, no me
veo reflejado en ellos. "Gracias
chaval por generar un recuerdo bonito con tu ingenuidad".
Empieza
a molestarme la pierna derecha, llevo 88 kms. Me faltan los seis últimos que me
dejarán de nuevo en Cadalso y que se corresponden con la doble subida a "Tórtolas". El desnivel es muy
pronunciado y acaba por darte la "puntilla",
si fuera más largo sería un puerto-Tour.
Observo una ardilla subir velozmente hacia la copa de un pino desde donde
observa satisfecha el valle. Es curioso, por aquí paso miles de veces en coche
y sin embargo ahora es como si fuera la primera, como si pasara dormido todas
las demás. Hay una culebra muerta que la sorteo no sin dificultad. Supero a un
cadalseño que viaja sobre un borrico, es el padre de un amigo, nos saludamos
sonrientes. Rememoro que hace unos años eran muchos los que como él
frecuentaban estos caminos con tiempo suficiente para observar y pensar. El
progreso nos dio velocidad, a cambio nos tomó prestado el tiempo para meditar.
Estoy
en plena ascensión. Me refresco. En este instante pasa por mi mente Félix, hermano
de Isidro, un cadalseño que participó en la competición ciclista de las fiestas
de hace años, resultó ser el único aficionado ya que el resto de corredores
militaban en equipos organizados. Recuerdo que le sacaban varias vueltas de
ventaja. Anochecía y aún le restaban dos vueltas, sólo quedaba él en carrera.
La gente le esperaba como si fuera el primero. Nadie se movió, ni siquiera
cuando descargó una gran tormenta. Yo estaba debajo de un árbol solo y con las
manos metidas en los bolsillos. Fue un clamor al ver aparecer las motos de la
Guardia Civil que anunciaban su llegada. Cuando cruzó la meta todo un pueblo le
aclamó. Le abrazamos, le tocamos, le izamos en volandas. Llorábamos empapados y
en él sus lágrimas se confundían con una mezcla hermosa de agua, sudor,
cansancio y felicidad: “-¡Viva Félix!
¡Eres el mejor! ¡Viva la madre que te parió!”. Alguien arrebató un cohete
al alguacil y lo lanzó al aire confundiéndose su estruendo con el de los
truenos. Aquel atardecer supe lo que tira de uno su tierra y sus gentes. Ganó
la carrera un chico rubio, alto, guapo, con los pelos rubios de sus piernas
afeitados. Nadie recapacitó en él. Hacía tiempo que la gesta de un perdedor
había cautivado nuestro corazón. Digo yo que alguna vez a los perdedores,
aunque sólo sea en nuestros corazones, les tocará ganar, ¿no?
Estoy
superando el primer tramo, voy tan despacio que parece que subo parado, ¿es
posible esto? Me levanto sobre la bicicleta pero las piernas se niegan a
sostenerme. Me siento de nuevo y consigo superar el primer escollo difícil.
Sudo abundantemente y desfallezco. Echo la última agua que me queda sobre mi
cabeza y siento una ligera recuperación. ¡Ánimo!,
quedan 800 metros eternos e inhumanos. Un camión reduce su velocidad porque no
puede pasarme en una curva, seguro que su conductor me estará maldiciendo. No
importa, sólo quiero coronar el puerto sin rendirme. No quiero coches, ni
motos, ni ordenadores, ni siquiera echo de menos el aire acondicionado. Quiero
ser yo, felicitarme a mí mismo satisfecho, ofrecerme este triunfo sensacional
para rumiarlo antes de dormirme. ¡¡¡Lo he
conseguido!!! ¡¡¡Ufff, qué mal rato!!!
Sin
embargo ahora que ruedo suavemente medito en que no es para tanto, que puedo
hacerlo más duro y superarlo. Lo que pasa es que no confiaba en mí lo
suficiente y eso no puede ser. El próximo día acometeré un recorrido mayor para
comprobarlo. Si voy bien pertrechado mentalmente lo conseguiré. La vida es una
carrera ciclista en la que lo importante es llegar con dignidad, como Félix.
Marcho
a casa. Después de una ducha reconfortante estiro las piernas en el sofá.
Recuerdo lo conseguido y paseo mentalmente la ruta. Sigo meditando y sonrío al
pensar que en el fondo cada momento vivido tiene su encanto. Quizá el secreto
estribe en tener un huequecito pequeñín en la mente para usar cuando nos haga
falta. Como cuando éramos niños y cualquier cosa nos parecía al alcance de la
mano por complicada que fuera. Otra cosa será recuperar la pierna derecha y los
roces del sillín…
Miguel
MORENO GONZÁLEZ
Joerrrrrr... Me has hecho sudar sólo leyéndolo...je je...
ResponderEliminarJosé A. Álvarez G.
Gracias Miguel por compartir tu relato en bici entre sudor,cansancio etc.... Que bonito cuando pasas por tu antigua casa de los camioneros y recuerdas esas tardes tan entrañables donde leías esas historias a tu abuela.por otra parte es cierto que cuando alguien te mira desde un coche cómo un niño o 7na mujer es verdad que te da animo y cierto subidón para seguir hiciste bien de cambiar tu ruta.
ResponderEliminarMaria Antonia Hernández
Miguel, ¡¡¡pero realmente os pegais unos “tutes” de bici considerables!! ¡¡¡Vaya campeones!!!������
ResponderEliminarEugenia
Muy emotivo lo de Félix, no sé si es posible esa solidaridad ahora...
ResponderEliminarJosé C.
Miguel, con qué acierto, sensibilidad, sentido... describes la cruda realidad ciclista, lo que supone andar en bici: Los profesionales, porque es su trabajo; nosotros solo somos unos enamorados de esa montura a la que tanto queremos, a sabiendas que nos hace sufrir. ¿Hay algo semejante como disfrutar sufriendo?
ResponderEliminarRemi
Miguel, siempre superándote!!! Así eres tú. Y alerta a las pequeñas cosas que suelen pasar desapercibidas. Y como siempre, sabias reflexiones:
ResponderEliminar"El progreso nos dio velocidad, a cambio nos tomó prestado el tiempo para meditar".
Como siempre es un placer agradeceros vuestros entrañables y sentidos comentarios. Ellos siempre están muy por encima del escritito.
ResponderEliminarMuchas gracias