LECTURAS PARA UN VIRUS SIN CORONA. LA PESADILLA DE LA
SOLEDAD
Aquella mañana se levantó cansado y triste a pesar de que, en contra de su costumbre, esa noche durmió bien. La soledad y los años empezaban a pesarle. Mecánicamente tomó una ducha, después calentó el café y se vistió con lo primero que encontró, pensó que no iría bien conjuntado pero no le importó en exceso. Desde que se marchó su compañera que corregía e incluso le ofrecía la vestimenta, cayó en una especie de indolencia que se extendía a muchas de sus cosas. Además: “Dicen que lo importante de la persona es su interior. Pues que intenten descubrirlo en mí”. Así reflexionaba mientras sorbía el café con muy poquita leche –se le olvidó comprarla la ultima tarde- y miraba por la ventana observando el aspecto climatológico –lluvioso y con neblina- de la perezosa y extraña mañana de comienzos de junio.
Cogió el autobús y llamó su atención la
mirada noble y risueña del conductor, agradeció que en la selva urbana aún
hubiera espacio para expresiones cariñosas. Tomó asiento en la fila izquierda (la
derecha estaba anulada por lo del virus
sin corona) y contempló tras el cristal la sucesión de figuras embozadas sobre
la calle. Quizá fuese esa la señal para intentar tejer en su mente una
explicación a la pesadilla de aquella noche: Había estado en las grutas
laberínticas de un hormiguero, fué arrastrado a la fuerza por millones de
hormigas y acusado de haber dado muerte a pisotones a varias de ellas.
Compareció ante un tribunal sumarísimo que le condenó a morir devorado en
castigo a su execrable comportamiento. Estaba dominado por un miedo tan
terrible que provocaba en él un comportamiento que no reconocía como propio.
Estaba demudado y fuera de sí, sudaba profusamente y no atinaba a articular
palabra que sirviera a su defensa. La muerte estaba cerca y todavía tenía cosas
que realizar en este mundo. Se arrepintió de no haber vivido con mayor
intensidad su vida. Pero ya era tarde para rectificar…
“…Aquella
casa en el Valle de Tórtolas… los troncos ardiendo y crepitando rojos bajo la
chimenea… el pequeño resquicio luminoso de la luna colándose por la ventana… el
viento susurrando a la noche… el rítmico sonido de la lluvia sobre el tejado…
los ojos de su compañera… su sonrisa emocionada… la mirada amorosa que sostuvieron…
las conversaciones sobre miles de cosas… la caricia que le hizo en el pelo…
aquel beso sobre sus labios suaves que parecían de seda… su hablar cautivador…
la estela de su perfume… su manera de inclinarse cuando salieron sonrientes a
por leños… los misteriosos ruidos del valle… esa gozosa sensación de saberse
querido… la soledad compartida… los lentos paseos entre los pinos… los brindis
con sus dedos entrelazados… la esperanzadora y radiante mañana… aquella
felicidad espontánea que sentía al encontrar a alguien con quien compartir su
parte escondida, esa que uno sólo muestra en ocasiones muy especiales…”
Llegó al trabajo y saludó sin mucha
convicción. Según se dirigía a su lugar se dio cuenta con tristeza que todos
los días perdía una batalla, la batalla de hacerse comprender. Es difícil –masculló-, muy difícil. No más que para los demás,
sentenció melancólico. En realidad, para él lo más doloroso era percibir que
los sueños más bonitos siempre los desvirtuaba la realidad. Al poco se consoló
pensando que, por el contrario, con las pesadillas siempre recibía gran alivio
al despertar. Vaya lo uno por lo otro…
Miguel MORENO GONZÁLEZ
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso
Me gustó mucho este relato y sus fotos. Sencillo y bonito el conjunto. Gracias Pedro y Miquel.
ResponderEliminarLuisa
Precioso escritito, Miguel.
ResponderEliminarUn abrazo.
Luis C. Trijueque
Tienes la facilidad de llegar a mi corazón con la sensibilidad de muchos de tus escrititos. Gracias Miguel.
ResponderEliminarCadalseña
Que precioso el valle de Tórtolas.....
ResponderEliminarElena Rojas Mayor
Si ese valle y TODO Cadalso es una MARAVILLA
ResponderEliminarMaria Eugenia Blazquez
Buenos días Pedro, preciosos nuestros campos
ResponderEliminarPilar Lopez Navarro
Precioso el relato
ResponderEliminarConchi Lopez
Ayer ha fallecido José Gabriel Álvarez Santayana, oriundo de Cadalso y, GRAN AMIGO de mi amado esposo. Con él y su esposa hemos pasado momentos muy felices. D.E.P
ResponderEliminarMaria Eugenia Blazquez
Podías escribir un libro porque lo describes muy bien
ResponderEliminarAfrica Foncuberta Lopez
Bonito!!!
ResponderEliminarEsperanza De La Cruz García
Agradecido por vuestros comentarios. Son valiosos. Si estás leyendo y esa lectura te arranca el deseo de comentarla con cariño, es porque acarició vuestra sensibilidad. Gracias
ResponderEliminarBonito relato. Logras describirlo tan bien que lo visualizo. No perdamos la esperanza de que la realidad nos sorprenda positivamente. Sigamos soñando.
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