LECTURAS
PARA UN VIRUS SIN CORONA.LA AMISTAD ENTRE HOMBRE Y MUJER
Su
verdadero lugar de nacimiento fue aquél donde por primera vez miró esperanzado
ese paisaje eterno sobre el que proyectaba su sombra efímera de hombre opaco
que emite un ligero resplandor. Pasados los años y a pesar del complicado
negocio humano, ella continuó siendo lo que siempre fue para él: Una amiga del
corazón. Una mujer abrumada de virtudes y amores como rarezas hermosas, un
aliento, un pensamiento al cual estaba unido el suyo. La intimidad de sus
cuerpos que jamás existió, fue compensada largamente por el contacto de dos
espíritus estrechamente fundidos. Pensó colaborar con su propia alma para
construir -con aleación de respeto mutuo- una amistad de exigencia sensata. La
amistad le satisfacía, allí encontraba todo, hasta lo eterno, y aún guardaba
reservas para el invierno de su corazón.
Un día
comprobó que todos los hombres viven demasiado sometidos a largos periodos de
embotamiento que se ven interrumpidos por sublevaciones tan brutales como
inútiles, que se acaba insultando al prójimo por el simple hecho de desdeñar
sus alegrías. Percibió conmovido como modificaba su opinión de continuo y como
aquella historia le enriquecía pero también simplificaba su vida, al igual que
se simplifican los lazos de la sangre cuando no los refuerza el afecto. Le
pareció entonces que tener razón demasiado pronto, puede ser lo mismo que
equivocarse. Pasó luego a convertirse en la meditación escrita de un nostálgico
que da audiencia a sus recuerdos y le hizo a ella depositaria de su verdad que,
como casi todas las verdades, pasó a ser escandalosa. Concluyó que esperaba
poco de su propia verdad, por eso los momentos de felicidad, los progresos
parciales, los esfuerzos de reanudación y continuidad le parecían prodigios.
Llegado
fue a la edad en que creyó que la vida es una derrota aceptada, arribó al
tiempo en que cada lugar encantador nos recuerda otro aún más bello, recaló a
la época en que la verdad desaparece ante el esplendor de lo sublime, alcanzó
los años en que la pasión colmada abre paso a la inocencia. Llegó, al fin, a
esos instantes en los que comprendió que el desamor entre amigos debe conservar
el decoro. Una noche sintió caer sobre sus mejillas esas lágrimas deliciosas. Se
alegró al imaginar que hasta el final sería querido humanamente por ese rostro
que asía con ternura y… se le escapó. Apenas un aliento y desapareció ante sus
ojos sorprendidos.
Miguel MORENO GONZÁLEZ
(Inspirado en Las Memorias de Adriano)
Pedro Alfonso muy bonita la Amistad
ResponderEliminarAgustín Capitán Sanchez
Existe entre ellos algo mejor que un deseo: Una complicidad.
ResponderEliminarMiguel: Me gusta la forma tan llena de matices y virtudes con la que explicas esa amistad. Yo también me pregunto si es ello es posible.
ResponderEliminarCadalseño
Estupendo mensaje y buenas fotos. Un saludo
ResponderEliminarInés
Aunque difícil, cuando se logra es una amistad sincera, eterna... Es como ese sentido, ese sentimiento, que tú pintas de color en tu relato.
ResponderEliminarEugenia
Extraordinario, o sublime. Miguel, después dices que te digo cosas bonitas, pero si eres tú el que las dices y nos dejas con un nudo en la garganta y con las lágrimas queriendo salir de los ojos.
ResponderEliminarRecuerdo dos amores así, uno en la infancia, o lo que es peor, en la adolescencia, luchando entre el deseo y el respeto prometido. Triunfó el respeto y la amistad. El otro amor en la madurez, pero tu no le llamas amor, le llamas amistad con sedosos matices y cuando estás con esa persona los matices se saborean en la boca como un buen vino. Embriagado de amor y matices.
Gracias por expresar algo que yo no sé cómo hacerlo. Un abrazo.
Javier.
Muchísimas gracias a todos. Vuestros comentarios son lo más bonito del escritito. Sólo por leerlos merece la pena el esfuerzo...
ResponderEliminarUna vez más el escrito de Miguel Moreno me llena intrínsecamente y me ayuda a reflexionar.Es para leerlo despacio y pensar en cada frase lo que intenta transmitirnos. Gracias Miguel.
ResponderEliminarMaria Antonia Hernández