La
mirada la tienes perdida, ida a ningún lugar. Tus pupilas denuncian una
profundidad sin fin, inacabada. Tus ojos son un laberinto en forma de espiral
blanca con fondo negro de incertidumbre, que gira sin cesar sobre un eje que se
pierde en un infinito de ansiedad, como si en ese instante acogieras toda la
pena del mundo en ellos. Estás sentada, inane, flácida como un muñeco de
serrín, como si este mundo nunca te hubiese obsequiado con un placer, como si
todo fuera angosto para ti, carente de afecto. Estás poseída por la perplejidad
de alguien que sabe que su futuro no existe, su pasado es como una poesía al
revés y su presente es esa soledad que enseña a morir, delimitado todo por
nubes intangibles y fantasmales que flotan desafiantes entre las paredes de tu
casa. Tu cara está lacia, marchita; no conserva ningún vigor de otro tiempo que
ni siquiera es lejano, ni posee suaves rastros de felicidad. Rompes a llorar
quedamente, después exhalas sollozos desgarradores que compungen a quien los
oye. Tu hija se acerca a consolarte, limpia las lágrimas de tus mejillas con
caricias.
Él dice que con el suero pasaste unos días
tranquila en el hospital, pero la vuelta a casa trajo de nuevo la zozobra. No
se explica todo esto. Visita contigo médicos que no sanan tu mal y le dicen que
son "cosas de la cabeza".
Cuenta que la depresión entró en tu mente como un corcel brioso y salvaje que
nadie pudo domar ni apaciguar dejándote vacía, convertida en una cárcava sin
horizontes. La depresión te agobia, te angustia, te tortura, te destruye en
vida mientras te mantiene insomne escuchando los hirientes ruidos de la noche
sin saber dónde colocarla. Es algo vago y confuso. Tiene una fase fisiológica,
pero tiene también algo que es misterioso, que está dentro, donde dicen que
habita el alma. Él me comenta que comprará una casa en Cadalso sin escaleras y
con muchos rosales en la confianza de ofrecerte paz y sosiego.
…Todos los veranos bajabas risueña por la
carretera de "El Venero" del brazo de tu marido y llevando de la mano
a tu nieto que tiene bucles rubios como los trigales. Cuando nos vemos siempre
me dices cosas bonitas y antes que nada ya me has plantado dos besos. El último
verano te vi fatigada, sin ilusión y empezabas a tener la mirada lejana. Te
acaricié el hombro y esta vez fui yo quien dijo algo buscando un gozo cómplice,
pero te lo desdibujó un rictus como de amargura…
No te llegará la sonrisa a tu mente. No se te
poblará de un ejército de amapolas que brotarán del prado verde de tu
esperanza. No entablarán ellas feroz y singular batalla contra tus vestiglos,
buscando abrirse camino para reconfortar tu ánimo maltrecho. La victoria no te
devolverá la alegría infantil. Esa dicha tuya que cada día, jugando al escondite
en tu pueblo, encontraba miles de razones para seguir viviendo…
Miguel MORENO GONZÁLEZ
Que bonito y triste a la vez
ResponderEliminarEsperanza De La Cruz García
La depresión es una enfermedad terrible, la desolación personificada. Va acabando contigo poco a poco sin compasión. Gracias Miguel, porque con tu escritito solidario ayudas a que seamos más conscientes de ese espantoso problema.
ResponderEliminarCadalseña
Braaavoóo!!!!����
ResponderEliminarDiego S.
"No te llegarà la sonrisa a tu mente" Me conmueve!! Que manera màs precisa y hermosa de describir la depresión.
ResponderEliminarUna vez màs, me emicionas. Me trae recuerdos de vivencias pasadas también con un familiar.
Gracias Miguel por hacer visible esta dura enfermedad y de hacerlo con tanta sensibilidad.
Susana.
Que bonito y sencillo relato.Miguel,que manera de empatizar con aquellos que tienen su peor enemigo en la cabeza.
ResponderEliminarPor eso y muchas cosas más te haces querer entre los cadalseñ@s.
Raquel
Triste pero hermoso, con la sensibilidad de un gran tipo.
ResponderEliminarPepe Vázquez
A todos los llamas escrititos pero a mi me parece que son relatos cortos, historias cortas ó historias pequeñas. He leído relatos cortos no muy buenos de escritores famosos que los venden como tales.
ResponderEliminarPepe Carretero
Preciosa poesía pero un poco triste al principio
ResponderEliminarAna Díaz Gónzalez
Mejor conocerlo por terceros, te lo aseguro, Miguel.
ResponderEliminarRafael C.
Como siempre genial. Gracias por trasmitirnos toda tu sensibilidad. Un abrazo.
ResponderEliminarJavier.
Gracias a todos por vuestros cariñosos y sentidos mensajes que me animan a seguir escribiendo. Este escritito quería recordar la tragedia que supone la depresión que muchos ciudadanos conocen bien, a la vez quería transmitir solidaridad y apoyo a quienes la padecen y sufren y a sus familiares cercanos que también la soportan.
ResponderEliminarGracias sinceras.
Tu escrito es belleza literaria, se convierte en un cálido beso sobre la mejilla de cualquiera que sufra esta terrible enfermedad, anima a los que están cerca y sensibiliza a todos. Y si a esto le unimos esas imágenes de las últimas luces del atardecer y de los rayos filtrándose entre los pinos, puede llegar a ser hasta una terapia. Muchas gracias Miguel y Pedro.
ResponderEliminarInés
Muchas gracias Inés por tu palabras llenas de cariño hacia nosotros.
ResponderEliminarUn saludo.
¡Caray, Inés! Tu comentario es de una belleza deslumbrante para este dúo del que tú siempre te acuerdas con cariño. Nunca dejes de acordarte, por favor...
ResponderEliminarComo siempre me quedo sin palabras ante lo que escribes, ya sea alegre o triste me emocionan tus relatos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Luis A. Ayuso