viernes, 21 de diciembre de 2018

Es Navidad en la Plaza Mayor



ES NAVIDAD EN LA PLAZA MAYOR


Hace un rato, cuando he salido a tomar un café, surcaba la Plaza Mayor de Madrid una bandada de niños especiales guiados por sus profesores. La mayoría iban sonrientes y ufanos, sólo algunos aparecían con la mirada triste y extraviada. Junto a uno de los puestos navideños con figuras del Belén hablaban tres jubilados; uno les decía a los otros dos que ayer estuvo en casa de su hija y que con sus nietos montaron el Nacimiento con musgo del pueblo.


Me paré solitario a observar. Pensé que sería suficiente con alargar el brazo para trasladarme a mi infancia y recorrer estos lugares y los de Cadalso invadido por la felicidad infantil. Llevo desde el año 1986 trabajando aquí y recuerdo ahora como en la Navidad de 1991 me hice el encontradizo con mi hijo que venía de excursión con su colegio. Iban en fila de a dos, agarrados de la mano (como hoy), los vigilaba su profesor de entonces, Don Gabriel; yo me oculté entre los muros de los soportales y los estuve siguiendo con la mirada un buen rato. Siempre lo narro porque nunca se me olvida y además me llena de ternura el corazón y de melancolía el alma.



Aquellas Navidades, en realidad fueron varias seguidas, venían unas orquestas magníficas de los países del Este de Europa para tocar al atardecer música clásica en las iglesias madrileñas. Yo llevaba a mis hijos para que se familiarizaran y sensibilizaran con aquellos acordes prodigiosos. Los abrigaba bien con la ropa que me había dicho Paloma: los gorros hasta las cejas, las bufandas hasta los ojos (Miguel no la soportaba y al menor descuido mío se la arrancaba, le pasaba como a mí de chico), los guantes, manoplas para Berta, protegiendo sus manitas, botas hasta las rodillas y, por fin, cubriendo sus cuerpos, unos anoraks, ahora denominan "plumas", que Paloma les había comprado en la tienda de Angelines “Trucha” en Cadalso. Forrados iban los pobres, casi sin poderse mover ni respirar. (¡Qué cruz!) Y cada tarde íbamos a una iglesia diferente a oír una orquesta y a alimentar una ilusión. Conocí muchos templos en distintos barrios (no he vuelto a visitarlos porque no volvieron los músicos y mi religión, como mi patria, es mi niñez). Eran unas parroquias muy hermosas con acústica notable. En todas resbalaban por sus paredes la música maravillosa de Bach, Brahms, Mozart, Beethoven, Tchaikovsky, Mendelsshon, Strauss… que nos inundaban con emociones indescriptibles. Es cierto eso de que: “la música amansa a las fieras”, porque mis hijos se quedaban embelesados por primera vez en todo el día. ¿Sabrán esos genios la felicidad que, gratis total, siguen provocándonos?



Poco a poco, con paso lento, fui saliendo de la Plaza Mayor por la calle Gerona con dirección al Ministerio, ya están instalados los adornos navideños. Siento algo extraño, desconocido, dentro de mí. Ya no me gustan estas Fiestas pero hay algo emocionante de ellas que vaga por mi mente. No sé. Supongo que será mi infancia. Aquella infancia de cuando yo creía (¿por qué creía yo tanto?) que siempre serían así las Navidades. Que nadie desaparecería, que todos seguiríamos como en esas fechas: El adulto, adulto. El joven, joven. Y el niño, que era yo, siempre niño. Aquellas sensaciones siguen gravitando sobre mi cabeza, pero hoy mucha de esa gente ya no está con nosotros. Siempre digo que me apena morir porque la muerte impedirá que vuelva a sentir estas cosas que me llevan en volandas a un mundo mágico, idílico, acotado de paz y amor interior. Pero ocurrirá de forma inexorable y cerrará este círculo que es la vida.  



Esta mañana únicamente salí a tomar un café sin mayores pretensiones y me sobresaltaron estas cosas. Pasa todo tan deprisa que a veces me parece que nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Lo dijo un poeta que tampoco está. Queda José Luis Garci y las Navidades de sus películas. Son como las mías y como las cuenta Balta Villarín Conde cada año en Radio Cadalso (107.6 FM). A ello me agarro, como el náufrago a la chalupa que le mantiene viva la esperanza.



                                        

                                     Miguel MORENO GONZÁLEZ

9 comentarios:

  1. Pedro Alfonso muy bonito el Relato

    Agustín Capitán Sanchzez

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  2. muy bonito el Relato y muy Bonita la Plaza España Madrid buenos
    días

    Agustín Capitán Sanchzez

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  3. LA MUÑANA Y LA BUVERA

    La Muñana y la Buvera
    la Buvera y la Muñana,
    son de raíz castellana
    y enarbolan su bandera.
    Sin límites ni frontera
    ven a la turba que asola,
    y nos dejará a la cola,
    de la Europa y sin defensa
    y frenarán toda ofensa
    sobre la patria española.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  4. Qué bonito es recuperar los tiempos felices de la infancia y más con lo bien que a mi parecer, lo cuenta Miguel.
    Por cierto el rey negro me recuerda a Goyo D.E.P. el primo de Jose Peque. Alguien sabe si se trata de él, y el otro rey?
    Cadalseño

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  5. Es imprescindible.plaza mayor en Navidad!!!

    Ruben Pastor

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  6. Bonito relato que me acerca a mi niñez. Gracias

    Mariano

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  7. Visita obligada😍😍

    Ruben Pastor

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  8. Así es Pedro que sensaciones

    Rosa Foncuberta López

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  9. A MI HIJO CARLOS Y A MI NUEVA HIJA ROSA

    Asistimos al enlace
    de novios enamorados
    de amores consolidados
    a los que el amor no aplace;
    y en esta boda se emplace
    felicidad que se posa
    sobre el rostro de la esposa
    y de Carlos ya su esposo
    un futuro esplendoroso
    con su alegre y dulce Rosa.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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