Aquellas Navidades
Las Navidades de mi infancia
comenzaban de verdad la mañana maravillosa del "Día del Gallito" cadalseño y luego se precipitaban ya
irremisiblemente a la Nochebuena con
la mañana alegre del día de la Lotería,
los niños de San Ildefonso cantando
números por la radio desde muy temprano, la esperanza y la emoción en todos. Y
terminaban -las Navidades y un poco
de uno mismo- cuando te acostabas, acompañado del juguete que más te había
gustado, la noche de Reyes. En
medio, belenes con verde musgo que habíamos arrancado cuidadosamente de las
piedras del valle y que nuestra madre -papa estaba trabajando- nos ayudaba a
colocar con gran satisfacción en el nacimiento: pastorcillos, lavanderas, el
hombre que hacía las gachas, los soldados de Herodes, el castillo, el río con papel de plata o con espejos, el
pueblecito colgado de la montaña y todo ello iluminado con unas lucecitas que
le daban como un aspecto de milagrosa aparición nocturna. En fin, qué os voy a
contar...
Nati y Justo un día del Gallito
Nati y Justo un día del Gallito
Las Navidades, ahora de mayor, siempre te pillan a traición. De niño,
no. Los niños de entonces, los chicos de la era de las katiuskas, soñábamos con
la Navidad durante mucho tiempo,
casi desde que se acababa el verano. Sabíamos que en Navidad todo marchaba mejor. Los maestros estaban de buen humor y
eran generosos dejándonos un par de días inolvidables, de esos de no hacer
nada, hasta que nos daban las notas. Aquellos días nos leían cuentos, historias
y la leyenda esa de Bécquer: "Maese Pérez el organista";
hacíamos concursos de villancicos, de habilidades ventrílocuas, -Teodoro "Gallina" imitaba
de locura a los animales-, y al final Don Enrique, Don Manolo o Don Eugenio
nos contaban fascinantes tradiciones del pueblo. Los padres también estaban más contentos y nos dejaban más tiempo
para jugar en la calle. Y
en el pueblo había mucha más alegría en las personas, a pesar del frío. Un frío
que era, sin paliativos, el mayor espectáculo de entonces, "…y ya sabes cuando salgas a
la calle no olvides ponerte la bufanda". Nunca soporté bien las
bufandas, pero a todas horas estaban con aquella cantinela. Nosotros los niños,
"que
si me da el aguinaldo": una perra chica, gorda, dos reales con
agujerito en el centro; hasta daban aguinaldo a la tía Felipa, la pobre de los jueves, a la que nunca dejaban que te
acercases porque tosía de mala manera, por lo visto tenía algo del pecho. Sin
embargo, recuerdo que las cestas de Navidad
sólo las veíamos en los tebeos, en los extras de Navidad de "Pulgarcito"
y "Tío Vivo".
La magia de la cena de Nochebuena o la emoción del fin de año,
cuando la radio decía que ya estaba a punto de caer la bola en el reloj de Gobernación, esa magia, digo, en el
fondo te dejaba como vacío, triste, con una extraña sensación de nostalgia. Un
minuto, qué un minuto, unos segundos y ya estabas en otro año. Parecía
increíble. Todos se abrazaban y se besaban, y te besaban y te abrazaban a ti, y
se empeñaban en que bailaras el pasodoble "Suspiros
de España" que sonaba en el Marconi
rojo después de las campanadas de medianoche (años antes era mi abuelo el que
con el almirez simulaba las campanadas del reloj); pero a uno le daba todo
vergüenza, sentías un pudor indefinible. Año
Nuevo. Todo por pasar. El corazón te latía con fuerza. Y salías disparado
para arrancar la primera hoja del calendario colgado en la pared de la cocina
de "Las Casetas". Ya era 1.965. Es curioso, pero ese día de Año Nuevo, cuando ya era de noche, te
producía la sensación de pensar en el año anterior como si hubiera existido
hacía mucho tiempo, como si no hubiese sido real, como si lo hubiéramos soñado.
La antigua casa de Peroles en las Sillas
La antigua casa de Peroles en las Sillas
Lo más bonito de las Navidades era pensar en ellas. La Navidad, es obvio, tiene algo especial.
Nunca he podido descubrir su misterio, saber donde se encuentra su magia. Creo
que es algo que va más allá de la unidad familiar, de los buenos deseos en
todos los corazones, de los regalos, del "Madre
en la puerta hay un niño" o de las vacaciones. La magia, el hechizo de
la Navidad sé que es mucho más
profundo. Yo siempre sentía -y siento- como un temblor desconocido en mi línea
de flotación. La Navidad es como una
quinta estación que nunca aparece -ni aparecerá- en los calendarios, pero que
todos llevamos por dentro. A lo mejor, resulta que la Navidad es sencillamente nuestra infancia.
Según vamos siendo más
mayores, esa quinta estación cada vez nos coge más desprevenidos. De pronto,
aparece un anuncio en la tele y te deja perplejo. Suele ser el de un champán
que te desnuda en silencio por dentro mientras lo paladeas… Todo ha durado
veinte segundos. Pero ya es Navidad en Dolby
Digital, en Internet, en el teléfono
móvil… Veinte segundos
y tus paisajes -externos e
internos- han cambiado de repente. Y te das cuenta de que nadie nunca va a
poder explicarte el significado de esa tristeza, de esa soledad que te atrapa.
No es porque en cada casa falta alguien, que falta. No. Es que el que falta de
verdad eres tú. No sé de dónde. Pero faltas.
Nochevieja feliz.
Nochevieja feliz.
Esas noches de Nochebuena, Nochevieja y Reyes yo
quería acostarme tarde, no acostarme, descubrir a los Magos y la magia de la Navidad
que seguro tenían que aparecer de noche y tras la Peña Muñana, y ver amanecer conmovedoramente a través de mi ventana
mientras oía: "Los peces en el río;
ande, ande, la marimorena; los campanilleros; la Nochebuena se viene, la
Nochebuena se va…" Se escuchaban zambombas, panderetas, rascaban con
un cubierto la botella de anís El Mono,
de la que algunos se ponían "moraos". Y seguía
haciendo mucho frío. Todos llevaban gorras y bufandas. Y eso era todo. Estaba
helando. En casa hacía calor, todas las luces estaban encendidas. Esas noches
no importaba nada. Y luego mi padre me acostaba. Con mucho cariño me arropaba,
me traía los tebeos que contaban historietas de Navidad y casi nunca me daba un beso. "Papa", -así
llamaba yo a mi padre, sin acento, que me sonaba cursi con él-. "¿Qué?",
me preguntó con sus ojos llenos de melancolía y sus labios como queriendo
albergar una discreta sonrisa. "¿Siempre es así la Navidad?".
"No siempre es así, ya lo comprobarás tú mismo dentro de unos años".
Vaya si lo comprobé, por eso todas las Navidades
me pasa lo mismo. Y no falla ninguna. Si
acaso voy fallando yo…
(Inspirado en las películas de Garci,
en las que siempre aparecen junto a sus Navidades,
las mías.)
Muy bonito homenaje a tu familia
ResponderEliminarAntonia Frontelo Morales
EL GALLO DE NOCHEBUENA
ResponderEliminarAl principio el gallo es pollo
entre el corral y la casa,
y al que aguardaba la brasa
al año de desarrollo.
¿Tal vez de entrante un repollo?,
y el ya gallo en pepitoria
entre el deleite y la euforia
de la ya inminente cena
de la sin par Nochebuena
y el gallo pasó a la historia.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
EL FAISÁN DE NOCHEBUENA
ResponderEliminarVan con las caballerías
por la finca del Rincón,
y les surge la ocasión
propicia en mañanas frías.
Avistado Villa el Prado
ven al Alberche dormido,
al faisán ven aterido
y le imaginan asado.
La ocasión la pintan calva
para el hogar de los pobres:
"Hoy no habrá peces salobres
en sus mesas", dice el alba.
Bien guardado va en la alforja
el faisán sin hacer ruido,
con el cuello retorcido
la sartén le dará forja.
Van los cuñados contentos
con sus cargas de arriería,
vida dura y alegría
camino de Cenicientos.
Es día de Nochebuena
y él faisán se muestra orondo,
desplumado será a fondo
habiendo opípara cena.
La Caprichosa remontan
y a Cadalso le bordean,
ya sus piernas les renquean
y sobre las mulas montan.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
Gracias Antonia. Todos los años lee este escritito Baltasar Villarín en su programa especial navideño de Clásicos al Atardecer, en Radio Cadalso. Él solito lo ha convertido en un clásico desde 2007. Es de los pocos escrititos míos que me gustan porque creo que es fiel a mis (nuestras) Navidades Infantiles Cadalseñas que estaban llenas de significado y contenido humano. El próximo sábado 30 de diciembre Balta también hará un programa especial de música y recuerdos conmemorando el año viejo-nuevo (2017-2018), sobre las 19:00h. en Radio Cadalso (FM 107.6). Es digno de admiración él y su programa.
ResponderEliminarFelicidades a todos.
Miguel.... buenas tardes. Solo un humilde comentario para animarte a que no dejes nunca de escribir. Tus escrititos me parecen fascinantes. Personalmente no me canso de leerlos a lo largo del año. Yo , como tú, me considero un nostálgico empedernido y en particular, un enamorado de las Navidades. Por cierto, que día exactamente lee Balta este genial escrito?
ResponderEliminarY lo dicho ....1000 gracias por compartir con todos nosotros tus pensamientos e interioridades.
Aprovecha para desear a todos los lectores de este blog unas maravillosas Navidades
Muchísimas gracias Javier. No sé quien eres, pero quiero que sepas que, por leer tu comentario, aún sabiendo que eres exagerado en tus loas hacia mi escritito, merece la pena escribir. Es todo bondad y cariño. El presente escritito suele leerlo Balta en el programa especial de Navidad que hace cada año por estas fechas. En el presente aún no sabemos cuando saldrá a las ondas. Está recuperándose de una caída que tuvo de la bici. Estate atento a su Facebook que puntualmente lo anunciará. Se encuentra mucho mejor y está totalmente decidido a tomar las riendas de su inigualable programa de "Clásicos al Atardecer", de Radio Cadalso, 107.6 FM, más pronto que tarde, según sus propias palabras. Quizá el próximo sábado 21... Pero, ya digo, aún no es definitivo. Estate atento.
ResponderEliminarTe reitero mi sincero agradecimiento por tan emotivo comentario, a la vez que aprovecho para desearte lo mejor para ti y los tuyos. Recibe un abrazo muy sincero.
Gracias, Miguel. Tus escritos contribuyen a hacer que la Navidad sea más entrañable y cálida.
ResponderEliminarUn abrazo.
Luis Carlos