YACE EL ARTE
Era un domingo de julio por la tarde. Después de
la playa repusimos fuerzas en el apartamento y salimos a pasear por Alicante.
El barrio antiguo (Santa Cruz) tiene un encanto especial. Las casas dormitan en
sus calles estrechas y empinadas y casi todas tienen las puertas abiertas, como
si te invitaran a compartir un poco de su hospitalidad mientras lentamente el
atardecer parece que te echa cómplice sus brazos por los hombros para hacerte
confidencias, secretearte amores, al arrullo de la brisa marina. Llevamos
varios años escapándonos por allí y nunca habíamos visitado su concatedral de
San Nicolás de Bari (se denomina concatedral por compartir la sede episcopal
con la de Orihuela ,
en la misma provincia).
En resumidas cuentas, que esa tarde dominical
coincidió que estaban oficiando misa de precepto y sus puertas estaban
entornadas, circunstancia que aprovechamos Paloma y servidor para visitarla,
que no para rezar ni asistir al acto religioso en sí (el arte no está reñido
con mi ateismo de espalda tiesa), total que nos deslizamos por ella como el que
no quiere la cosa.
Llamaron nuestra atención las tribunas
unidas por un deambulatorio rodeando el altar y el Cristo yacente que duerme su
muerte a la izquierda de la entrada principal. Una señora se besó los dedos y
luego acarició con ellos la frente del Hombre, acción que -al verla- repitió un
niño rubio como los trigales castellanos con una ternura infinita. Le debió
impresionar, como a mí, la sobrecogedora y bella placidez que irradia el Cristo:
muerto en soledad, sangrando perezosamente, rotas las rodillas, las manos
agujereadas, el costado perforado como arrepentido de estarlo, los brazos
relajados y extendidos a lo largo de sus costados, mientras su cabeza reposa
inclinada hacia la derecha (¿hacia dónde si no?) con su cabellera recién
peinada por alguna mano amorosa y su barba cuidada con mesura. Tranquilo al
fin. Ese momento me conmovió hondamente, aproveché para inmortalizarlo en mi
memoria y en esta foto que no sé si llega a captar ese sentimiento que nos
invadió en aquel instante gracias a un niño blondo que no sabíamos de dónde
venía, pero que yo imaginé que arribaba desde el frío danés.
Según nos alejábamos yo miraba de reojo la figura
hermosa y desgarradora e iba pensando que no parecía estar muerto; que
desprendía tanta paz, tanta calma, que no tenía rastro alguno de muerte, que parecía
dormir plácidamente el sueño de las personas buenas y justas. Había muerto como
mi gente querida: humildemente, como echándose a dormir para no despertar, sin
ningún atisbo de molestia ni de quebranto físico, sin asomo de aspaviento
innecesario, sin querer hacer daño a nadie con su desgracia. Únicamente dulzura
y amor, como si quisieran ayudarte a seguir el camino sin contratiempos vanos
ni penosos. Una muerte como son la mayoría de las muertes: sin un ápice de
esperanza traicionada. Sólo amor triste.
Salimos y un hombre rezaba en voz alta. Las
cosas que merecen la pena hay que decirlas altas y claras, incluso hasta cuando
se dicen rezando en apóstata como yo. Hemos de llevar las mochilas llenas de
ternura para repartirla a gritos. Nos hace falta ese tipo de equipaje para ir abriéndonos
camino y nos enseñe a saber morir con la cabeza ligeramente inclinada, como
durmiendo.
ROGATIVA AL CRISTO CRUCIFICADO
ResponderEliminarCristo que estás enclavado
y desnudo en el madero
teniendo como asidero
el clavario ensangrentado.
Suelta un brazo atenazado
y por España se extienda
y cese toda contienda
de política de cuentos
y expongan con argumentos
su adecentar la trastienda.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
Algunas veces, en algunas iglesias, otra atea de espalda tiesa como yo y como tu, ha sentido la misma placidez ante la muerte o ante la soledad de las iglesias.. Besos miles y gracias por tus escritos…. Sabes que soy ferviente admiradora.
ResponderEliminarChusa
Magnífico, Miguel, producto de tu inmensa sensibilidad. Seguro que cientos, miles de personas han visto, algunas en múltiples ocasiones, esta imagen y nunca habrán sabido escuchar las muchas impresiones que la imagen quiere transmitir. Pero ahí estabas tú, para escuchar y después contarnos lo que la imagen te dijo. Gracias.
ResponderEliminarJOSÉ DE ARIMATEA
ResponderEliminarAl padre Junar Bagariang de la Virgen del Alba
Aristas no pulidas del madero
en la llagada espalda se clavaron,
cuando de un empujón le derribaron
al pastor del rebaño ya cordero.
¿Quién había de ser sepulturero
de un reo de traición al que azotaron
y con la cruz de espinas coronaron
tildado de bufón y de inclusero?
Un hombre contempló muerte y martirio
presente en el Gólgota y fue instrumento
al ver exangüe al pálido lirio
y su palpitación en crecimiento,
cuando el Cristo expiró en su cruel delirio
al Cristo desclavó y dio enterramiento.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
EN LA BARCA DE CARONTE
ResponderEliminarEn la barca de Caronte
un óbolo pagaré,
y así te regresaré
sobre el río de Aqueronte.
La Estigia detrás del monte
la surcaré como Orfeo,
y te entregaré el trofeo
que anida en mi corazón,
entonando una canción
de Gonzalo de Berceo.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
NO BUSCO EN EL EXTERIOR
ResponderEliminarNo busco en el exterior
lo que está dentro de mí,
dentro lo siento y así
socavo hondo a mi interior.
Tal vez un mundo ulterior
me inundará con su paz
y sosegará mi faz,
mas hoy mi realidad
de hallar la felicidad
está bajo mi antifaz.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho