viernes, 20 de octubre de 2017

Yace el arte. Por Miguel Moreno.




YACE EL ARTE



Era un domingo de julio por la tarde. Después de la playa repusimos fuerzas en el apartamento y salimos a pasear por Alicante. El barrio antiguo (Santa Cruz) tiene un encanto especial. Las casas dormitan en sus calles estrechas y empinadas y casi todas tienen las puertas abiertas, como si te invitaran a compartir un poco de su hospitalidad mientras lentamente el atardecer parece que te echa cómplice sus brazos por los hombros para hacerte confidencias, secretearte amores, al arrullo de la brisa marina. Llevamos varios años escapándonos por allí y nunca habíamos visitado su concatedral de San Nicolás de Bari (se denomina concatedral por compartir la sede episcopal con la de Orihuela, en la misma provincia).

En resumidas cuentas, que esa tarde dominical coincidió que estaban oficiando misa de precepto y sus puertas estaban entornadas, circunstancia que aprovechamos Paloma y servidor para visitarla, que no para rezar ni asistir al acto religioso en sí (el arte no está reñido con mi ateismo de espalda tiesa), total que nos deslizamos por ella como el que no quiere la cosa.



Llamaron nuestra atención las tribunas unidas por un deambulatorio rodeando el altar y el Cristo yacente que duerme su muerte a la izquierda de la entrada principal. Una señora se besó los dedos y luego acarició con ellos la frente del Hombre, acción que -al verla- repitió un niño rubio como los trigales castellanos con una ternura infinita. Le debió impresionar, como a mí, la sobrecogedora y bella placidez que irradia el Cristo: muerto en soledad, sangrando perezosamente, rotas las rodillas, las manos agujereadas, el costado perforado como arrepentido de estarlo, los brazos relajados y extendidos a lo largo de sus costados, mientras su cabeza reposa inclinada hacia la derecha (¿hacia dónde si no?) con su cabellera recién peinada por alguna mano amorosa y su barba cuidada con mesura. Tranquilo al fin. Ese momento me conmovió hondamente, aproveché para inmortalizarlo en mi memoria y en esta foto que no sé si llega a captar ese sentimiento que nos invadió en aquel instante gracias a un niño blondo que no sabíamos de dónde venía, pero que yo imaginé que arribaba desde el frío danés.

Según nos alejábamos yo miraba de reojo la figura hermosa y desgarradora e iba pensando que no parecía estar muerto; que desprendía tanta paz, tanta calma, que no tenía rastro alguno de muerte, que parecía dormir plácidamente el sueño de las personas buenas y justas. Había muerto como mi gente querida: humildemente, como echándose a dormir para no despertar, sin ningún atisbo de molestia ni de quebranto físico, sin asomo de aspaviento innecesario, sin querer hacer daño a nadie con su desgracia. Únicamente dulzura y amor, como si quisieran ayudarte a seguir el camino sin contratiempos vanos ni penosos. Una muerte como son la mayoría de las muertes: sin un ápice de esperanza traicionada. Sólo amor triste.



Salimos y un hombre rezaba en voz alta. Las cosas que merecen la pena hay que decirlas altas y claras, incluso hasta cuando se dicen rezando en apóstata como yo. Hemos de llevar las mochilas llenas de ternura para repartirla a gritos. Nos hace falta ese tipo de equipaje para ir abriéndonos camino y nos enseñe a saber morir con la cabeza ligeramente inclinada, como durmiendo.


                               Miguel MORENO GONZÁLEZ


6 comentarios:

  1. ROGATIVA AL CRISTO CRUCIFICADO

    Cristo que estás enclavado
    y desnudo en el madero
    teniendo como asidero
    el clavario ensangrentado.
    Suelta un brazo atenazado
    y por España se extienda
    y cese toda contienda
    de política de cuentos
    y expongan con argumentos
    su adecentar la trastienda.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  2. Algunas veces, en algunas iglesias, otra atea de espalda tiesa como yo y como tu, ha sentido la misma placidez ante la muerte o ante la soledad de las iglesias.. Besos miles y gracias por tus escritos…. Sabes que soy ferviente admiradora.
    Chusa

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  3. Magnífico, Miguel, producto de tu inmensa sensibilidad. Seguro que cientos, miles de personas han visto, algunas en múltiples ocasiones, esta imagen y nunca habrán sabido escuchar las muchas impresiones que la imagen quiere transmitir. Pero ahí estabas tú, para escuchar y después contarnos lo que la imagen te dijo. Gracias.

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  4. JOSÉ DE ARIMATEA
    Al padre Junar Bagariang de la Virgen del Alba

    Aristas no pulidas del madero
    en la llagada espalda se clavaron,
    cuando de un empujón le derribaron
    al pastor del rebaño ya cordero.

    ¿Quién había de ser sepulturero
    de un reo de traición al que azotaron
    y con la cruz de espinas coronaron
    tildado de bufón y de inclusero?

    Un hombre contempló muerte y martirio
    presente en el Gólgota y fue instrumento
    al ver exangüe al pálido lirio

    y su palpitación en crecimiento,
    cuando el Cristo expiró en su cruel delirio
    al Cristo desclavó y dio enterramiento.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  5. EN LA BARCA DE CARONTE

    En la barca de Caronte
    un óbolo pagaré,
    y así te regresaré
    sobre el río de Aqueronte.
    La Estigia detrás del monte
    la surcaré como Orfeo,
    y te entregaré el trofeo
    que anida en mi corazón,
    entonando una canción
    de Gonzalo de Berceo.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  6. NO BUSCO EN EL EXTERIOR

    No busco en el exterior
    lo que está dentro de mí,
    dentro lo siento y así
    socavo hondo a mi interior.
    Tal vez un mundo ulterior
    me inundará con su paz
    y sosegará mi faz,
    mas hoy mi realidad
    de hallar la felicidad
    está bajo mi antifaz.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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