TRADICCION CADALSEÑA
En la casa de Cuatro Vientos, que está a unos 800
metros de la carretera de San Martin de Valdeiglesias, yendo por el
camino de la antigua vía férrea del Tiétar por donde trascurre el Camino
de Santiago de Cadalso a Cebreros. En lo alto de un cerro según se va a la derecha.
Siguiendo la tradición que me
enseñaron y aprendí de mi abuelo y mi padre, llegando estas fechas,
de la festividad de todos los Santos y dependiendo del tiempo, ya
puede ser unos días antes, o una semana después, y de cómo se
encuentre la aceituna para poder coger un cubo de aceitunas para
echarlas en agua.
Para seguir esta tradición, cojo a mis
hijos con el fin de enseñarles y que aprendan esta tradición. Vamos a una viña, donde hay unas olivas, en el término municipal, paraje
cadalseño llamado Cuatro Vientos. Una viña que planto mi abuelo con la
ayuda de sus hermanos y algún amigo cadalseño.
Con mucho esfuerzo, sacrificio, dolor,
trabajo y sudor, abrieron más de cinco mil hoyas donde plantaron
cepas, ciruelos, albaricoques, guindos, higueras, almendrucos y
olivas, para sacar a su familia adelante, a su mujer y a sus siete
hijos, en una época muy mala, dura y difícil en Cadalso a
consecuencia de haber sufrido España una guerra civil y tras una
posguerra.
Cogiendo las aceitunas en las olivas detrás de la casa, donde hay una vista preciosa de "Prao Cerrao" y el Cerro Guisando.
Me dirijo a Cuatro Vientos para coger
un cubo de aceitunas, una vez en casa y con una navaja voy rajándolas una a una, haciéndolas cuatro cortes como mandan los cánones
y echándolas en agua. Tras cambiar el agua todos los días, durante
unos veinticinco a treinta días, hasta que la aceituna está muerta
(insípida, insabora que no sabe a nada) procedo a su aderezo,
echándolas en el agua, sal, orégano, tomillo, laurel, ristra de
ajos, cascara de naranja e hinojo, y dejándolas una semana para que
cojan el aliño y sabor, para luego en un tazón o en una taza irlas
sacando poco a poco, para comerlas picoteándolas en la comida o con
un trozo de pan para merendar, o tomarla de aperitivo con una cerveza
o con un vino de Cadalso, igual que me enseño y aprendí de mi padre.
Rajando las aceitunas.
En fin, toda una tradición y costumbre
cadalseña.
EL REBUSCO DE LA ACEITUNA
ResponderEliminarCogida ya la aceituna
debajo de los olivos,
en fría mañana bruna,
adormecida la luna
íbamos ejecutivos.
Con una cesta de mimbre
y gorra de anteojeras,
jornaleros ya en urdimbre,
era nuestro orgullo y timbre
descubrirlas en ringleras.
Bajo la cepa y la grama,
allí quedaban ocultas,
dormitando en una cama
que las cubre con la escama
de aceitunas estultas.
Mas los ojos vigilantes
de los muchachos coruchos
las descubrían flagrantes,
cayendo por inconstantes
al fondo de los cestuchos.
Y la tierra era batida
y los surcos rastreados
por una infantil partida
que despertaba a la vida
a ganarla conjurados.
Con las cestas rebosantes
y colmadas de aceituna
negreaban rozagantes
y venían claudicantes
sin vacilación alguna.
Y aumentaban los montones
que ya había en la almazara,
llevadas entre canciones
por coruchillos ciclones
de vida con visión clara.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
OLIVOS MIRANDO AL CIELO
ResponderEliminarOlivos mirando al cielo
lo contemplan y extasían
y es porque desearían
ser trasplante de aquel suelo.
Ser olivos del consuelo
de Cristo, y secar su llanto
en la noche del espanto
lúgubre en Getsemaní,
de aquel cielo carmesí
sangriento de su quebranto.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
Muchas gracias Saturnino por estos dos poemas que embellecen este port.
ResponderEliminarUn abrazo
OLIVOS DE POLVORANCA
ResponderEliminarOlivos, recios olivos,
familiares de mi infancia,
os contemplo en la distancia
acogedores dativos.
Siempre a la tierra cautivos
en milenaria constancia,
dando a Cristo vigilancia
en el velar siempre vivos.
¿Quien os trajo a Polvoranca,
tal vez de alguna barranca
de otros yermos de Castilla?
Para prestarle armonía
a este parque de alegría,
olivos de manzanilla.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
ME VENCE UN FUERTE SOBRE EL HOMBRO
ResponderEliminarMe vence un fuerte peso sobre el hombro
y ciñe omnipresente una cadena
que en este mar sumerge y enarena
sumiéndome de lleno entre el escombro.
Soy residuo y nutriente del cohombro
que vive por el fango de la arena,
y turba y antracita de la pena
y el tapiz que a tus pasos los alfombro.
Y siendo mucho más de lo ya expuesto,
tú también sé ecuánime y compasivo,
y muéstrate, Señor, igual de honesto.
Siendo como otras veces permisivo,
dotándome de un alma de repuesto
con la espiritualidad del olivo.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LA ACCIÓN DEL VIENTO EN MI VIÑA
ResponderEliminarEl viento riza a la oliva
en tanto a la higuera peina,
a un almendro lo despeina
y entre los surcos deriva.
Mas a la viña cautiva
de tal forma y de tal modo,
que va mareando todo
y una cepa peina,crespa,
y a las demás las encrespa
y a mí me da con el codo.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
Muy bien traída a colación esta tradición que personas como tú hacen posible que no esté ya perdida. Y, además, aseguras su continuidad inculcándosela a tus hijos con todo ese amor cadalseño que atesoras y que quienes te queremos conocemos muy bien. "La Casilla" contigo delante, las explicaciones del origen de la viña de nuestro abuelo, las olivas, el cielo enmarañado con las nubes de noviembre, el camino de "La Vía" con su huerto, donde murió mi padre -tu tío-, el sentimiento de tus letras... han resucitado tantas cosas bonitas en mis recuerdos que hacen que te admire más allá del presente, como nos admirábamos de niños jugando por San Antón...
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Pedro. Yo ya tengo las mias en remojo. Supongo que en Cadalso se las echará tomillo salsero también
ResponderEliminarJuan de los Bosques
Si claro, se le echa tomillo, lo que no sé es si es salsero o campero....
ResponderEliminarUn saludo
Y que ricas están hechas por uno mismo yo también las cojo y las preparo para luego comerlas😋
ResponderEliminarPilar Calvo Villarín