A Pedro que fabrica los sueños de San Antón

A PEDRO QUE FABRICA LOS SUEÑOS DE SAN ANTÓN

Para leer primero........
San Antón y los sueños

Gracias Pedro por esta dedicatoria. Aunque a lo mejor me precipito y no soy yo el Miguel destinatario de tan emotivo escrito. Poco importa, porque todos los nacidos en San Antón (yo nací en el número 41) nos vemos reflejados en tus conmovedoras reflexiones.

Son ciertas esas leyendas que citas de muertos, ánimas, apariciones… que subían por nuestra calle y que por La Torrecilla se perdían fantasmagóricas camino del cementerio; incluso me contaban que algún alma despistada acababa extraviada cerca de la Fuente de los Piejos (en qué iría pensando…) teniendo que ir a buscarla el espíritu que las comandaba para reintegrarla, no sin resistencia, al grupo de las ánimas benditas. Todo lo recuerdo nítidamente porque a falta de televisión, radio o móviles que nos adocenaran, teníamos esas leyendas que corrían de boca en boca de nuestros mayores y que nuestra imaginación (tan temerosa como los tiempos de entonces) les daba libre audiencia magnificándolas.

Como bien dices las noches de San Antón siguen estando llenas de infancias que van y vienen. Pero en mi caso yo no he perdido el miedo ni los sueños de entonces. Es más, creo que con los años se me acrecientan. Se me engrandece el miedo a la muerte, a esa completa indefensión que me poseerá y que se llevará mis pensamientos, mis sueños y mis recuerdos de la infancia. Ni tan siquiera -como tú haces- volveré a perderme solitario por San Antón las noches huérfanas de esperanzas. Ni me sentaré en “Las Alambres” recibiendo -como mi abuela materna, Luisa- el tibio sol de la primavera o el suave del otoño. Todo se acaba.

Aquellas casas de San Antón que siempre se proyectaban hacia dentro, como la pena, son hoy nuestro linaje más irrenunciable, nuestra aristocracia más querida, el escudo noble de nuestra humilde estirpe. La cuadra estaba al fondo de la casa y el borrico pasaba, conducido por padre, recorriendo el portal y la cocina hasta llegar a su habitáculo lleno de estiércol que nos ofrecía calor en invierno y sofoco en verano. Arriba estaban los míseros cuartos donde dormíamos. Las noches de frío y lluvia la abuela se mostraba incapaz de taponar tantos agujeros por donde se filtraba ese viento que cada invierno ruge en San Antón o esa agua que se colaba haciendo sonar los cacharros puestos para recogerla.

Así nacimos nosotros a la vida cadalseña y no la pedíamos nada a cambio porque nada sabíamos de ella. Luego nos fuimos dando cuenta que la vida sólo era el trabajo de nuestros padres y las penurias que pasaban para educarnos y alimentarnos.

Amigo Pedro: Cada vez somos menos los que poseemos un DNI en el que figura: “nació en Cadalso de los Vidrios. Provincia de Madrid” Y uno cada vez lo mira con más satisfacción y grita fuerte hacia dentro: “Yo soy de Cadalso”. Sólo faltaría que lo gritara hacia fuera, con la fama de raros que tenemos los de San Antón seguro que rápido nos llevarían a recluirnos a uno de esos Centros de Rehabilitación para Sanantoneros Inadaptados. Y es que esto ya no es lo que era, Pedro.

Una vez más, gracias por derramar tanto cariño sobre Cadalso.

                                      

Miguel MORENO GONZÁLEZ