Las castañas, un fruto de Cadalso desde siempre.
El castaño es uno de nuestros árboles más frondosos, es el vestido de la sierra de Lancharrasa y el color que más resalta en el otoño cadalseño. Del castaño se puede disfrutar de muchas formas, en esta época es muy regocijante adentrarse en cualquier castañar y pasear disfrutando de los colores, olores y de ese ruido que nuestras pisadas producen cuando caminamos sobre las hojas recién caídas.
Las hojas y lo erizos que durante todo el tiempo han guardado en su interior las hermosas castañas, son una paleta de colores a medida que el otoño avanza, es una mirada que no debemos perdernos, que nos entretendrá durante segundos, tal vez minutos con la imaginación perdida en la belleza de sus formas, de sus colores y de esa melodía airosa y natural que siempre acompaña a los castañares.
Pero esta vez no hemos venido hasta aquí sólo para recrear nuestra mirada, esta vez vamos a recolectar castañas, vamos a llenar un par de cestas que servirán para transportarlas hasta Cadalso, donde un año más reposarán en una tinajilla, el mejor lugar para conservarlas. Más tarde cuando ya el frío invernal se haya aposentado en nuestras calles y el fuego de las chimeneas consuma la leña de encina y pino, será el turno de la sartén con agujeros, esa que siempre sirvió a los cadalseños-as para realizar uno de los mejores manjares de nuestra gastronomía, los calbotes. Nota: Para los que leéis al Zorro desde otros lugares o países; los calbotes son en Cadalso y toda esta zona, castañas asadas.
Las cestas llenas de castañas reposan junto a los viejos troncos de los castaños, su contenido es mucho más que unos simples frutos, es el nuevo guiño que el viejo castaño nos vuelve a hacer, es renovar una vez más la tradición, esa que tantas veces cumplieron nuestros abuelos, nuestros padres, pero sobre todo es sentir que estamos vivos, nosotros, el castaño y la vieja usanza.
En el otoño cadalseño hay tantas cosas que nos llenan, que sería difícil escoger una sola, tampoco debemos caer en esa tentación, por qué elegir una si podemos disfrutar de todas. Esta vez toca la castaña y su mundo, otras será cualquier cosa, pero si somos capaces de enamorarnos de un paisaje, también lo deberíamos hacer de otras cosas más simples y pequeñas que nos rodean, como este erizo nacido en la naturaleza de nuestro pueblo, que recibe ese terminal rayo de sol que lo ilumina hasta hacerlo resaltar sobre la oscuridad del fondo.
El sol, transeúnte de este día de otoño, se precipita hacia el crepúsculo de la noche venidera, sus últimos rayos administran el valle, lo cargan de esplendor y pintan con gran variedad de colores el paisaje cadalseño. Anuncia esta luz que el día se acaba, que la noche irrumpe y que es el momento de otros para comenzar a vivir, a cazar, a merodear por los lugares que el día privatiza en favor de las personas. De esto saben muy bien, zorros, ginetas, garduñas y jabalíes, esos otros moradores tan cadalseños como nosotros.
Las castañas lucen cercanas y limpias, es casi imposible no grabar el momento y a las protagonistas para siempre. Hace tiempo, años o más bien décadas que las castañas y los atardeceres que las acompañan son un instante importante del recorrido que mi vida me ha impuesto, y no sólo no me importa si no que me agrada, me llena, por qué qué es la vida si no un montón de instantes.
Atrás quedan un año más las castañas, la compañía, las risas, y la amistad compartida del "instante", pero como ya he dicho este sólo es unos de esos instantes que forman nuestra vida, luego vendrán otros, muchos otros y en todos ellos volveremos a sentir y a vivir.
Zorro Corredero
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso
ResponderEliminarZorro,
Eres un artista de la pluma y de la imagen.
ResponderEliminarMuchas gracias. Dime quién eres para enviarte el pin del Zorro Corredero
Un saludo