Lancharrasa y el hombre.
"La aventura no está en las cosas: está en nosotros"
( Robert Tezenas du Montcel. Ce Monde qui n'est pas le nôtre )
Todo nos permite suponer que la naturaleza es el refugio
natural por excelencia, en ella habitaron los primeros hombres antes de crear
los pueblos y las ciudades. Todavía hoy , millones de años después muchas
personas siguen viviendo en plena naturaleza, tal vez porque otros hombres les
han hecho refugiarse en ella intentando huir de otras formas de vida que no es
la suya ni nunca lo fue.
Hoy vivimos agrupados en grandes ciudades, todos actuamos
casi de la misma manera, y cuando alguien no hace lo que creemos debería hacer,
enseguida le tachamos de loco.
La naturaleza existe y es la fuente de vida de todos los
animales y plantas, es grato y casi diría que necesario sentir esa naturaleza
cerca de nosotros, vivir en ella, aunque sólo sea por unos días y dejar que
nuestra mente y nuestro cuerpo se adapte a las distintas y variadas situaciones
que la naturaleza nos pueda ofrecer.
Existen multitud de lugares donde nuestra mente puede
dejarse llevar por la naturaleza que nos rodea, invitándonos a disfrutar y a
participar de todo lo que en ella ocurre. Hay muchas maneras de gozar de toda
esa naturaleza viva que nos rodea y todas son igual de buenas, solamente las
diferencia nuestro gusto a la hora de elegir este o aquel lugar.
El Covacho del tio Lolilla
Cuando era niño miraba a nuestra Sierra de Lancharrasa y soñaba que me
adentraba en ella, recorría sus caminos y me paraba a observar los enormes
árboles que la pueblan, todo era un deseo que estaba por llegar. Años más
tarde, cuando en mi adolescencia viajaba cada día de San Martín a Sotillo y
luego a Cadalso, era el recorrido que cada atardecer el pequeño microbus hacía
para dejar a los alumnos del instituto en sus pueblos, en sus casas, no dejaba
de mirar la siempre nevada cumbre en invierno del Cerro de Casillas, me
imaginaba subiendo y soñaba con las impresionantes vistas que desde allá arriba
se debían de ver.
Pasaron los años, el Cerro de Casillas dejó de ser un
objetivo para convertirse en una vez más, y ya creo que van cerca de
cuarenta las veces que he llegado a su
cumbre. Luego vinieron otras cumbres, otros lugares, otros objetivos, algunos
cumplidos y muchos en lista de espera.
Pero volvamos a esa mirada que un día cuando era un niño
cadalseño que jugaba a las estornijas, al garbancillo y a la peonza, por poner
algunos ejemplos, me llevaba muchas tardes a recorrer la cadalseña Sierra de
Lancharrasa, sólo con la imaginación, ya que en
las Erillas y sus partidillos de fútbol se acababa mi recorrido.
Pero llegó el día en que por fin pude llegar a la cumbre de
Lancharrasa, recorrer su castañar, deleitarme con sus árboles frondosos, sentir
la respiración del zorro, notar la sombra del buitre leonado en su vuelo,
correr de piedra en piedra creyendo estar a salvo de las posibles embestidas de
aquellos toros coloraos de Parache que pastaban muy arriba y apreciar allí
mismo la naturaleza salvaje de un enclave tan cercano a Cadalso y a la vez tan
nuestro.
Ahora no pasa más de un mes sin que me interne en
Lancharrasa, me gusta tanto de día como de noche, en cualquier estación, solo o
acompañado, todo este lugar encierra para mi enormes momentos aquí vividos,
algunos con gentes que ya no están y que un día subían hasta aquí con sus
caballerías para sembrar el huerto o apañar la viña, otras veces con amigos y
muchas solo.
Hoy he vuelto a sentir la soledad de Lancharrasa,
he oído el viento y los silbidos del arrendajo o el cuco, me he dejado llevar
por la fragilidad de una mariposa o el aleteo de cualquier insecto, mi vista se
ha llenado de colores observando la grandísima variedad de flores y arbustos
que aquí crecen, he bebido de esas fuentes que suenan a antiguo, Fuente Techá, Fuentelasna
o la Fuente del Carrión, he soñado con aquellas ganaderías bravas que un día
pastaron por estos lugares, ha sentido la necesidad de hablar con los pocos que
todavía suben hasta aquí para seguir con la tradición cadalseña del campo
He sido feliz y lo sigo siendo cada vez que recorro
cualquier lugar de esta Sierra de Lancharrasa, sigo teniendo las mismas ganas
de siempre de volver a ver y sentir lo que aquí suceda en cada estación, es
realmente extraordinario lo que puedo sentir y lo que me llena este lugar.
Nada mejor que la vista y los nombres de las montañas que forman el fondo de la Sierra de Lancharrasa hacia el oeste como final de esta pequeña aventura en la Sierra, porque así sin más se la conoce en Cadalso.
Zorro Corredero
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso
¡Cómo me ha gustado esto que relatas!. Se te nota con cuatro palabras el cariño por la "sierra".
ResponderEliminarAlgún día me subirás. Despacito.
El sábado subimos hasta la misma cumbre y pasamos por la fuente Techá.
ResponderEliminarTe juro que me acordé mucho de ti, y pensé que un día tendrías que ir a Cadalso y subir a la Sierra.
Un abrazo.
También me gusta que te acuerdes del número dos.
ResponderEliminarBesitos
ResponderEliminarReconocer tu posición es lo que hace de ti una persona grande. Pero recuerda que en ocasiones eres el número uno, eso si, sólo cuando pagas las cañas. Y siempre respetando a José Antonio, otro número uno.
Kisses
ResponderEliminarCada reportaje es una paseo que podemos hacer desde nuestra casa. Lo explicas tan bien y lo ilustras con fotos tan bonitas que Cadalso parece otra cosa.
Inés