El albillo o como reencontrarme con el Molinillo

Volver al tempranal, descubrir una vez más esos racimos dorados y dulces, muy dulces, es algo que añado a mi vida cada año por esta época. Esta vez he llegado algo tarde y entre los pájaros y los duros calores de este pasado mes de agosto las pequeñas y delicadas uvas de albillo están algo pasadas, pero hay las suficientes para llenar esta pequeña cesta, y algunas más, que servirá para transportar este manjar veraniego a casa donde reposarán en la nevera antes de ser deleitosamente engullidas para placer de nuestros paladares y sentidos, especialmente el del gusto pero no el único.

La vendimia ya pasó al recuerdo, hoy apenas unos cientos de cepas se mantienen vivas y siguen dando esos valiosos frutos que ya han quedado, el menos en mi tempranal y en mi caso, para comer como postre.

Pero a pesar de todo cada año vuelvo al Molinillo y mientras lleno la cesta de albillo se me vienen a la memoria momentos y escenas de otras épocas y así sigo añadiendo a mi vida recuerdos gratos pasados aquí.

Este lugar ya no es ni mucho menos lo que era pero siempre descubro diferencias, me sorprendo con nuevas imágenes y luego no puedo dejar de compartirlas con vosotros porque merece la pena navegar y sentir cerca esos logares tan nuestros.

La Sierra de Lancharrasa y la Peña Muñana tan cercanas y tan lejos de aquí siempre me acompañan y por mucho que las vistas sean tan comunes no hay vez que mis retinas se queden con una imagen que procuro siempre pasar a través de la cámara al archivo del Zorro Corredero.

Ni que decir tiene que las llevo comiendo desde el sábado y están como siempre, excelentes de sabor y de textura, que alegría de albillo.

Zorro Corredero

Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso