El mes de Septiembre se despide con lluvia, el otoño nos
recibe como debe ser con ese elemento líquido que tanto necesitamos todos,
animales y plantas, al ser humano le incluyo dentro del grupo de los animales,
que para eso lo es y lo demuestra tantas veces.
La emoción más antigua de la lluvia es la alegría de su
llegada con la soledad y el silencio de nuestras calles y campos. Hubo un
tiempo en el que los cadalseños y su conciencia diaria se centraba en la
lluvia, aquellos días de lluvia eran la alegría desbordada de todos, los campos
bebían el agua que les abonaría para conseguir la preciada gran cosecha y los
hombres llenaban la soledad de las calles y las tabernas, las caballerías
descansaban en sus calientes y humildes cuadras y mientras el pueblo soñaba.
En esos días, la lluvia detenía la vida y sumergía Cadalso
en un paisaje abandonado e inexistente donde los pocos que se atrevían a salir
cruzaban rápido las calles camino de su corto destino. Hoy en algún lugar de
nuestra memoria estos días de lluvia coinciden con la realidad y el sueño de
aquellos tiempos, es una página ya escrita que volvemos a releer cada otoño con
la llegada de la lluvia.
Parece como si la lluvia se apoderase de todo,
condenándonos a refugiarnos en la intimidad de nuestras casas, y como si de un fantasma se tratara ahuyentase
cualquier apariencia de vida.
La lluvia cada vez es más escasa, nuestros campos hace
tiempo que perdieron esa dependencia, y los personajes cadalseños desaparecidos
junto con sus tierras hace tiempo que ya no cruzan las calles camino de las
tabernas, hoy nosotros los nuevos cadalseños hemos perdido aquel sentimiento de
euforia por una lluvia que sería el presagio de una gran vendimia y simplemente
nos preocupa que el día que teníamos programado se nos estropee por su culpa,
bendito declive humano que sólo piensa en él y no en su naturaleza y el mundo
que nos arropa.
Zorro CorrederoFotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso