Montón de Trigo. Sierra de Guadarrama.

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Raquetas, crampones, todo vale...Guadarrama maravillosa.

Hermana mayor y bajada por Canal central de Peñalara.

domingo, 3 de diciembre de 2017

LOS MENSAJES DE LUIS CARLOS RUIZ TRIJUEQUE...por Miguel Moreno


LOS MENSAJES DE LUIS CARLOS RUIZ TRIJUEQUE




Hay amistades que van creciendo dentro de uno lentamente, aguardan pacientes a que un día brote su cosecha de forma pujante, como florecían los frutos que mi padre cultivaba en su huerto. Primero trazaba con maestría los surcos, como Velázquez dibujaba en sus lienzos la línea imaginaria del horizonte de los cielos madrileños, luego cincelaba con su azadón los canteros, como Juan Cristóbal esculpía sus esculturas en el Palacio de Cadalso. Después ilusionado lo sembraba, lo cuidaba con mimo y lo regaba satisfecho. Cuando aparecían las primeras plantas acariciaba con sus manos enormes las diminutas hojas. Luego descansaba mirando melancólico su obra mientras oía en el transistor “Suspiros de España". Y yo, inseguro y niño pobre con pantalones remendados, lo miraba desde La Vía ensimismado escuchando a los jilgueros que se columpiaban sobre los chopos del arroyo Tórtolas. Y perplejo, no comprendía nada. Todo lo entendí cuando el huerto y mi padre dejaron de dar frutos. Aquello fue como guardar dos cachos de pan en el recuerdo.



Admirado Luis: Cada compañero que se jubila deja de ofrecerme sus preciados frutos y me quedo solo, aislado, abandonado a mi incierta suerte. Soy un misántropo, huyo de ciertos humanos que me hieren inmisericordes y voy acumulando vida y experiencias, a la par que voy perdiendo amistades cercanas y buenas. Las despedidas no compensan los vacíos que dejan los amigos. Y me duelen todas las penas juntas según voy al trabajo y miro desde el autobús como amanece un nuevo día, mientras no acierto a mitigar tanto desamparo. ¡Pasa todo tan rápido!
                Una tarde veraniega paseaba con Paloma por la playa del Bajondillo de Torremolinos. Había  gente bañándose relajada, otros andaban por la orilla o tomaban el sol, quizá eran felices. Observamos a parejas de enamorados tendidos en toallas cerca del Chiringuito Bananas, que posee unos ventanales que cierran en invierno para ver caer la lluvia sobre el agua, chavales en piragua vimos remando sincronizados y niños en cuclillas que construían en el aire, con una pala y un rastrillo de plástico, los castillos de su futuro. Entonces sentí algo aquí dentro -me pasa muchas veces-  y quise transmitirlo.


 Agarré el móvil y mandé un mensaje contándoselo a mis íntimos. Acaso implorando comprensión. Algunos –pocos- me respondieron, los más no dijeron nada. Corren tiempos que abrigan el bolsillo y enfrían la comunicación. Luis Carlos Ruiz Trijueque siempre me contesta. Y lo hace con unos textos preciosos, plenos de sapiencia literaria, noble ternura y conmovedora sensibilidad. Sus respuestas las espero anhelante y sobrecogen mi ánimo al leerlas porque me trasladan a mi lugar favorito: Ese huerto perdido que alberga la nostalgia de mi pequeña vida. Luis me genera la ilusión de tener un nuevo pensil fértil donde plantar las vivencias de mi presente de indicativo con la esperanza de recolectarlas mejoradas en mi futuro imperfecto. Los niños-adultos es lo que tenemos: Que siempre queremos más amistad. Y él, que posee mirada dulce de infante y sabiduría de adulto, lo sabe muy bien.


Llegó el otoño que me hace más pensativo y más viejo. La lluvia caía perezosa sobre el agua, la arena, mi adolescencia y sobre los árboles del Paseo Marítimo que semejaban llorar. En un rincón, unas piedras relucientes desprendían un olor fresco a salitre, a naufragio y a orfandad. Flotaban sobre Torremolinos y el mar cercano, y también más allá, sobre los montes lejanos de Cadalso, esas desconsoladas nubes del recuerdo que matan melancólicas el olvido. No quedaba nadie en la playa. Nada perturbaba aquel silencio sonoro del mar que acrecentaba la desolada belleza del momento. Entonces emergió sigilosa detrás del Chiringuito Bananas, la silueta de nuestro compañero Luis Carlos. Caminaba despacio y emocionado. La lluvia se confundía con sus lágrimas. Venía a abrazarnos y a beber con nosotros el alegre néctar de la amistad.   



                                                                


                                                                                                            
Miguel Moreno González

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Preciosa foto la de los serones con las patatas, quienes lo hemos vivido sabemos lo habitual que era todo eso en Cadalso. No hace tanto y sin embargo parece de un mundo lejano y extraño.
Cadalseña.

Anónimo dijo...

Enhorabuena por este gran articulo dedicado a tu compañero. La foto de las patatas es muy buena y toda una tradición cadalseña.

Mariano

Miguel Moreno González dijo...

Muchas gracias Mariano. Tú siempre tan atento y cordial. Me gustaría saber quien eres...
Un fuerte abrazo junto a mi agradecimiento.

Rafael dijo...

Miguel, con los compañeros que alcanzan esa meta anhelada e incierta, cuando pasan al edén de los justos.. pienso sinceramente que no pierdes nada.. Son broches de oro para los resúmenes de vuestra amistad que imagino almacenarás en el estante de tus obras entrañables. Tu mundo sigue igual de fecundo, enriquecido además por estas gratas experiencias.
Un abrazo.

Matapollos dijo...

Como te entregas Miguel con lo que te emociona

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